Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

21 de junio de 2014

A las bestias

Mucho ha cambiado el caballo desde que el primer Hyracotherium, de unos escasos treinta o cuarenta centímetros de altura, poblara las tierras de Norteamérica en el Eoceno, hace más de cincuenta millones de años. Mucho tiempo después, tras aparecer el primer animal del género equus -es decir el caballo como hoy lo conocemos- hace cinco millones de años y evolucionar en diferentes especies, se extendieron por los campos abiertos de Eurasia al mismo tiempo que desaparecían de aquel lejano continente donde pastó su primer antecesor, sin que se sepan muy bien los motivos, hace ahora unos diez mil años. Tras aquella extinción, el caballo hubo de esperar hasta el mal llamado "descubrimiento" de América por los europeos para volver a galopar en el continente que lo vio nacer.

Siempre fue un animal presa, del que se alimentaron otros predadores incluidos nuestros antepasados y, por supuesto, las manadas de lobos y ocasionalmente los osos, además de smilodones, pumas, etc. allí donde sus áreas de distribución coincidían. Esto explica su carácter extremadamente asustadizo y sus instintivas reacciones ante cualquier objeto o ruido desconocido, o incluso frente a situaciones cotidianas para ellos. Cincuenta millones de años de evolución no se pueden olvidar de un plumazo. Siguiendo ese rastro de su evolución, no fue hasta la Edad del Bronce cuando se comienza a domesticar como animal de trabajo -hasta ese momento sólo había servido como alimento- o, lo que es lo mismo, hace unos cinco mil años, en lo que hoy conocemos como Kazajistán. Nos encontramos, pues, ante un compañero de viaje recién llegado, que conserva aún todos los reflejos instintivos que les permitieron sobrevivir bajo la presión constante de numerosos depredadores. Este nuevo compañero constituyó para el hombre una pieza clave en el desarrollo de su historia en los milenios siguientes, sin la cual los anales de la humanidad hubieran sido completamente distintos a los actuales. Su influencia en el devenir de la humanidad ha sido sin duda muy superior a la de, por ejemplo, nuestro fiel amigo el perro. Animal fuerte de trabajo y carga, revolucionó la forma en la que se desplazaba el ser humano por el territorio, y con ello su poder de expansión y conquista, transformándose de este modo en una herramienta fundamental en la propagación no solo de los imperios y en la capacidad de guerrear, sino también en la facultad de intercambiar ideas y culturas a través de las grandes rutas migratorias, de la interconexión de pueblos vecinos y de la mezcla final de razas y creencias. No sería exagerado afirmar que con él se inició el imparable proceso de globalización del planeta, para lo bueno y para lo malo.

La historia de la humanidad sería ahora muy distinta sin su presencia. Las bestias obedientes, fieles a la vez que rebeldes, tienen aún mucho de Bucéfalo, el caballo a cuyos lomos Alejandro Magno conquistó todo lo conquistable desde Grecia hasta la India.






















2 comentarios:

  1. ¡ Preciosas, no me canso de mirarlas. Besitos.

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    1. Gracias, Teresa, preciosos sin duda los caballos, esos grandes amigos del hombre junto con nuestros fieles perros.

      Un beso.

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