Su mirada se nos clava como un puñal y nos observa cuando pasamos a su lado, como si fuéramos sombras negras, indiferentes, sumergidos en nuestros pensamientos y en nuestros propios mundos. Permanece quieta, inmóvil, observando a una sociedad construida demasiadas veces con violencia. La violencia ejercida sobre los más débiles y consentida tantas veces por el conjunto de esa comunidad que mira para otro lado y que piensa que lo que ocurre de puertas para adentro no es asunto suyo. Violencia silenciosa, oculta, desapercibida para el que no quiere ver. Hay que ponerse pintura de guerra y declarar la intolerancia total, rotunda, absoluta, al abuso y a la violencia física y sicológica sobre los más vulnerables. Tolerancia cero también con la indiferencia y la indolencia de esa sociedad que mira para otro lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario