1 de febrero de 2024
La silueta
25 de enero de 2024
Atardeciendo
24 de noviembre de 2023
Una carrera de fondo
Esto es la realidad de las estadísticas, y no las manipulaciones de políticos y medios de comunicación de tres al cuarto que ven en el lobo una herramienta arrojadiza perfecta para conseguir votos y ventas, polarizando y crispando a esta sociedad. Ha pasado ya casi un mes de estos sucesos, pero tras mi regreso al teclado no podía por menos de dejar constancia de mi consternación ante la evidencia de que decir la verdad es y seguirá siendo en el futuro una carrera de fondo.
22 de noviembre de 2023
A contracorriente
Eso es lo que se me venía a la mente cuando, quemando kilómetros con nuestra furgoneta hacia el Gran Norte, veíamos los bandos de grullas volar en dirección contraria. Sí, ya sé que generalmente se viaja al norte cuando los días son más largos, las temperaturas más suaves y la fauna está ocupada sacando a su descendencia anual. Hasta las grullas lo saben, y eso que tienen el cerebro bastante más pequeño que el mío. Primavera y comienzos de verano constituyen la época más adecuada para nomadear más allá del Circulo Polar Ártico, y no el mes de octubre. Peeero ... ... cuando no se puede, no se puede, y además es ...
Pues eso, vosotros mismos habéis terminado la frase: "imposible".
Noruega y Suecia se nos resistían desde el trágico 2020, cuando un confinamiento, hoy ya olvidado por la sociedad, nos truncó la experiencia de subir a dichos países escandinavos. 2021 tampoco iba a ser mejor año para hacerlo, pues las fronteras aún se cerraban intermitentemente debido a los temibles rebrotes, pudiendo suceder que nos dejaran encerrados en algún país durante semanas. ¡Y será por fronteras!, seis hay que cruzar, y no solo de ida, que hay que regresar también. Era, pues, arriesgado viajar hasta allí en el corto espacio de tiempo de unas vacaciones y pretender tener la seguridad de que el primer día de trabajo tras el supuesto regreso se iba a estar de verdad en el puesto de trabajo. En 2022 no se pudo porque no se pudo, así de sencillo, así que este año 2023 no nos preocupó demasiado ni el precio del combustible, ni las pocas horas de luz, ni las bajas temperaturas, ni que la fauna estuviera escapando de allí, bajándose al sur a favor de la corriente con sus pequeños cerebros, o dispersándose por los océanos de medio mundo desde sus colonias de cría en los acantilados costeros. Octubre iba a ser el mes, sí o sí. Y todo esto iba a ser así porque octubre nos regalaba algo con lo que nunca habíamos contado en nuestro periplo soñado originalmente al Gran Norte: podríamos ver los cielos del Ártico encendidos en llamas. La decisión estaba tomada, sería esta la oportunidad definitiva de dejar zanjados tres largos años de espera.
La primera escala sería en Dinamarca, solo para desentumecer los músculos después de tres días y medio de conducción. Bueno, solo para eso y para comenzar a llenar las tarjetas de memoria. Objetivo primero: los ciervos rojos (Cervus elaphus sp.) -que deberían estar en plena berrea- y los gamos (Dama dama) -con su particular ronca- que pueblan los espacios boscosos de algunos parques del país. Estos enclaves rodeados de ciudades y urbanizaciones son áreas de esparcimiento habitual de muchos daneses, por lo que los cérvidos están habituados a la presencia de la gente desde hace generaciones sin que se los tiroteé, lo que facilita enormemente su observación y, por supuesto, su fotografía. Nosotros nos acercaremos primero a Hindsgavl en la isla de Fionia, y después a Jægersborg, en la de Selandia. Poder cargar con el equipo por fin y pasear por sus pistas y caminos entre descomunales robles y hayas tras estos animales es todo un privilegio, y observarlos sin que huyan despavoridos ante nuestra presencia, como si fuéramos la mismísima encarnación del diablo, como sucede en nuestro país, supone, además, un disfrute increíble para cualquier amante de la fauna.
Que es un ciervo rojo del norte de Europa es algo que se ve a le legua viendo las dos imágenes superiores, ya que en nuestra piel de toro no resulta creíble que sobreviva suficiente tiempo uno de nuestros ciervos como para llegar a tener 24 puntas. Solo si son custodiados en alguna finca privada de caza intensiva para alcanzar trofeos más prestigiosos, o si permanecen reservados para personalidades especialmente importantes (la vida de una criatura relegada a una mera cuestión de márketing) seríamos capaces de encontrar ejemplares con unas defensas así de desarrolladas. Que un bicho de estos te mire así con ese candelabro de muchos kilos encima y esos ojos enormes que no te pierden de vista es algo que alucina. Con el robledal como telón de fondo, este animal y los dos colegas que le acompañaban en el interior del bosque no se fiaban demasiado de nuestra presencia. No nos perdieron ojo. Ni ojo ... ni pabellones auditivos, porque hay que ver cómo los desplegaban para no perder detalle de nuestras evoluciones.Que la caza, mal llamada deportiva, es en sí misma una actividad que me supera es algo obvio por muchos motivos ya mencionados aquí en otras ocasiones. Y este que trasciende en estas imágenes es uno de ellos: no se pueden mantener los hipotéticos beneficios ecológicos de la actividad cinegética cuando lo que se practica realmente es una involución de las especies de caza mayor: se eliminan los sujetos más fuertes y desarrollados, llevando a cabo exactamente todo lo contrario de lo que la teoría de la evolución hace con la selección natural. Hastía escuchar cansinamente lo necesario que resulta para los ecosistemas eso de "matar por diversión", cuando la realidad lo desmiente constantemente, siendo este otro magnífico ejemplo de ello. ¡Basta ya de vendernos la moto, hombre! Matar los ejemplares más capacitados para engendrar la siguiente generación es rotundamente negativo para las especies, lo mires como lo mires.
El ciervo rojo es un herbívoro ampliamente distribuido por todo el hemisferio norte. Se conocen de él numerosas subespecies, pero los autores no se ponen de acuerdo en el número real que hay de ellas, oscilando entre la docena y casi treinta. Esto no debe sorprendernos, dado que en la actualidad estamos siendo testigos de una pequeña gran revolución en la sistemática debido a los avances en genética aplicada, mucho más exacta y realista que las antiguas y obsoletas fórmulas diferenciadoras de especies, subespecies y poblaciones que se basaban en aspectos casi exclusivamente morfológicos. Tal es así, que en los próximos años seguiremos siendo testigos de numerosos reclasificaciones taxonómicas, lo que representará implicaciones directas, no solo en el propio conocimiento de la realidad filogenética de las especies, sino también incluso en la conservación de los seres vivos que pueblan la Tierra. Imaginemos, por ejemplo, cómo podría afectar a la recuperación de la población aislada de un animal el que este dejase de ser considerado en un momento dado como subespecie, si dicho animal estuviese en ese momento dado catalogado como en Peligro Crítico de Extinción: simplemente desaparecerían todos los recursos humanos y económicos destinados a su conservación si fuese integrado en otra subespecie o en la especie nominal, y si esta no tuviese la misma catalogación en los países o regiones donde aún habitase. O imaginemos un supuesto en el que ocurriera todo lo contrario, que una población animal aislada y adscrita a otra subespecie o a la especie nominal fuera extraída de allí y fuera catalogada repentinamente como subespecie o especie y con una población muy reducida y en clara regresión; se implementarían ipso facto medidas urgentes para su conservación desde ámbitos públicos y privados. Sin duda alguna, la realidad genética de las especies y sus parentescos, así como las implicaciones que ello tiene en la conservación de las mismas es un tema realmente apasionante y que dará mucho que hablar en los próximos años.
Regresando al ciervo rojo, hay en la actualidad un amplio debate incluso de si el icónico wapiti (Cervus canadensis), habitante de Asia Central y Norteamérica, es una especie diferente del ciervo rojo o no, relegándolo por algunos genetistas a la categoría de subespecie, como Cervus elaphus canadensis.
Por su parte, las poblaciones ibéricas pertenecen a la subespecie Cervus elaphus hispanicus, no presentando la corpulencia de sus parientes del centro y norte de Europa, ni tampoco el desarrollo de su cornamenta, sensiblemente menor en los nuestros (muy a pesar de los chicos del gatillo). Y como no podía ser de otra manera, ello ha llevado en más de una ocasión al irresponsable manejo cinegético de algunas poblaciones de ciervo en la península ibérica que ha provocando un impacto negativo en la conservación de este herbívoro como consecuencia de la introgresión genética que se está llevando a cabo mediante la introducción de ejemplares de dichas subespecies centroeuropeas -principalmente de Cervus elaphus hyppelaphus-, más corpulentas y con cornamentas más desarrolladas, o mediante la llegada de material genético (semen) con fines reproductores. Estos animales foráneos están siendo traslocados a nuestro país con el fin de hibridarlos con los autóctonos y aumentar así el tamaño de lo que ellos llaman "trofeos", aunque ello implique la contaminación y degradación genética de la subespecie hispanicus. Las cercas cinegéticas y su consecuente fragmentación de las poblaciones, la desproporción de sexos y la continuada selección artificial de los reproductores acentúan, además, la pérdida de variabilidad genética de nuestra subespecie. Otro ejemplo más de las "bondades" ecológicas del gatillo y la mira telescópica, y de la lamentable corresponsabilidad de nuestras administraciones que permiten este modelo de gestión de las especies cinegéticas. Con un otoño que aún no asomaba el hocico por ningún sitio, el señor del bosque descansa tras semanas de intenso ajetreo. Con el celo en gran medida pasado (o muy flojo, ¡a saber!) nos tenemos que conformar con fotografiar a estas maravillosas criaturas en actitudes cotidianas, sin poder inmortalizar esos rituales que todos hemos grabado en nuestras retinas cientos de veces: berridos con la cabeza echada para atrás, esas peleas a empellones, o esas montas fugaces. No me quejo, hombre, el disparador no para de hacer click y los gigas se acumulan.
Así, inmortalizamos cómo algún semental lame solícito y con ternura la cara de varias de las hembras de su harén.
O cómo los grandes machos pasean tranquilos e indolentes en las proximidades de sus harenes, mientras que los ejemplares de edades y corpulencia inferior aún andan midiéndose las fuerzas, no se sabe muy bien si como entrenamiento quizás para el futuro, o para descargar las tensiones propias del inevitable estrés que provoca una época de celo en la que ellos son relegados a un segundo plano por los grandes sementales, que son los que al final acaparan todas las hembras.
Y también podemos observar y fotografiar cómo olfatean las feromonas femeninas que flotan en el aire con su órgano vomeronasal o de jacobson, con el que "huelen" el estado de receptividad de las ciervas. No se trata de un órgano olfatorio como tal (pituitaria, nervios olfatorios, etc), sino de uno asociado a dicho sentido localizado en el hueso vomer situado en la parte inferior de la cavidad nasal, sobre el paladar. Este órgano cuenta con células receptoras de ciertos compuestos químicos, como las feromonas. Todos hemos visto a las serpientes sacando y metiendo sus lenguas para "oler" a sus presas; pues bien, lo que están haciendo es impregnar sus lenguas de esas sustancias químicas que flotan en el aire e introducirlas en su boca hasta ponerlas en contacto con su órgano vomeronasal en el paladar. Gran parte de los mamíferos cuentan con dicho órgano, incluidos nosotros mismos, aunque aún existe controversia al respecto de su funcionalidad en humanos, siendo considerado por algunos autores como un órgano meramente vestigial, heredado de nuestros ancestros y hoy en día sin funcionalidad alguna, mientras que otros aseguran que en humanos adultos provoca respuestas conductuales concretas. Bueno, el caso es que algunos animales mejoran la captación de las feromonas levantando los labios superiores, en lo que se conoce como "reflejo de Flehmen", que consiste en el levantamiento y retracción del labio superior. ¿Quién no ha visto en algún documental a caballos o leones regalándonos estas muecas?
El bicharraco permanece tumbado sobre la hierba en un claro del bosque; me mira de vez en cuando mientras yo realizo una aproximación más que lenta, como distraído, mirando siempre para otro lado, zigzageando en oblicuo. No quiero que piense que él es el centro de mi atención. La luz es escasa pero buena para evitar los contrastados claroscuros al borde del robledal. Está tranquilo. Y si él lo está yo también. Parece descansar tras haber cumplido con su obligación. Habrá cubierto a unas cuantas ciervas en estas últimas semanas, y aún tendrá que cubrir algunas más los próximos días. Un año más habrá ayudado a perpetuar la especie.
22 de marzo de 2023
A la caza del ecologista
Rebuscando entre toda la documentación que guardo de aquella lucha desigual contra la Estación de Esquí de La Covatilla para escribir el artículo anterior, apareció fotocopiado un más que interesante artículo de prensa en el desaparecido rotativo El Adelanto, del 3 de enero de 1999. Y digo interesante por lo inusual de su contenido en una prensa local que bien podíamos calificar de provinciana. Lo firma además Ignacio Francia, amigo personal y toda una institución en el mundillo periodístico de Salamanca, además de gran persona y muy querido por todos. Su columna de opinión la tituló "Comienza la caza del ecologista" y en él les sacaba las vergüenzas a los políticos locales y autonómicos cuando azuzaban a la sociedad salmantina contra Ecologistas en Acción por denunciar las irregularidades cometidas en la construcción de un puente en la ciudad de Salamanca. Que una administración pública inicie obras sin tener todos los permisos necesarios, además de otras anomalías económicas, es lo suficientemente grave como para que deba ser denunciado en los juzgados ante la negativa de hacer bien las cosas. Y así lo hicieron desde la ONG. Sin embargo, tanto el consistorio como algunos medios de comunicación les responsabilizaron ante la ciudadanía de que los tribunales ordenaran la paralización cautelar de dicha obra. La gente en las calles se indignó y los acusó de todo. Al igual que sucedió con La Covatilla, los ecologistas fueron vilipendiados y acusados de ir contra el progreso y contra el interés público. Se repetía una vez más exactamente el mismo patrón. De nuevo, una parte de la sociedad civil fiscalizó las irregularidades de una actuación municipal y la corporación, muy lejos de asumir responsabilidades, arengó a toda la ciudadanía contra ellos.
¿Por qué retrocedo tanto en el tiempo al recordar aquel hecho? Porque la historia se repite en un ciclo sin fin, en un bucle que constantemente nos hace tropezar con la misma piedra. Lo estamos viviendo en la actualidad con la protección del lobo, por ejemplo, o con los parques eólicos ubicados en según qué sitios: el que denuncia a las instituciones por la destrucción de nuestro patrimonio natural es el villano de la película, y el infractor se presenta ante el público como la víctima, utilizando el poder que le otorga su posición para desacreditar al denunciante, escurrir el bulto y manipular a la sociedad.
Y cuántas veces habremos comentado en los mismos círculos de amigos sobre el uso peyorativo que esas instituciones, entidades y personas, que se sienten atacadas en sus intereses particulares por las denuncias de los colectivos conservacionistas, hacen del término "ecologista".
Así es, en gran parte de la sociedad actual, y especialmente en las áreas rurales, ser ecologista es sinónimo de insolidario con los problemas de la sociedad, de urbanita egoísta que no tiene ni idea, además, de la realidad del campo. Y se ha interiorizado tanto en ciertas capas sociales ese mensaje mezquino del que han sido voceros e instigadores muchas de nuestras instituciones y de una parte de los medios de comunicación, que basta que un político mencione la palabra ecologista para que se pongan todos de su lado ipso facto, y se enfrenten a la ONG conservacionista de turno. Hubo una época en mi ciudad en la que la única oposición real que tuvo el Partido Popular fue precisamente Ecologistas en Acción, vigilantes ante cualquier actuación que afectara al interés público de la ciudad, o a la propia conservación del medio ambiente de la provincia. El PSOE estaba desaparecido y solo el grupo ecologista fiscalizaba las acciones del consistorio o la Diputación. El odio hacia los ecologistas transpiraba en cada rueda de prensa en la que se les mencionaba, en cada artículo publicado y en cada entrevista.
Nada ha cambiado desde entonces.
¿Por qué existe este odio en las instituciones hacia este colectivo? ¿Por qué se les difama y desprecia públicamente? Mi amigo Nacho Francia lo sintetizó mucho mejor de lo que yo nunca podría hacerlo, así que os voy a transcribir el párrafo con el que cerraba su artículo de opinión aquel 3 de enero de 1999:
"El logro de Las Quilamas libres, la satisfacción de Los Bandos sin agujero y la lección del puente de San José han cargado de resentimiento a quienes desean marcha militar para sus planes. Y ha comenzado la caza del ecologista. Al poder siempre le han molestado las razones."
La sierra de las Quilamas y su colonia de buitres negros se libraron por los pelos de que la sembraran de molinos de viento, con exactamente el mismo proceso de manipulación social entre la gente de la comarca que vimos en Béjar con La Covatilla. Los ecologistas estuvimos ahí. La Plaza de Los Bandos y sus árboles, a escasos 150 metros de la mismísima Plaza Mayor de Salamanca, en pleno casco antiguo, se libró también in extremis de que el consistorio del PP lo agujereara y desmantelara para construir un parking subterráneo que nadie en la ciudad quería en ese lugar, con numerosos edificios civiles y religiosos de los siglos XV a XVIII. Los ecologistas también estuvimos ahí. Y de lo del puente, poco más que decir pues ya lo he comentado más arriba. Los ecologistas también estuvimos ahí.
"Al poder siempre le han molestado las razones". Es una frase magistral. En plena democracia esa frase es tan actual como lo fue en los años de la dictadura, lo que no deja de ser una verdadera tragedia que inevitablemente me recuerda a la que Unamuno espetara ante Millán-Astray y su cohorte en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936: "Venceréis pero no convenceréis". Sí, son muchos los poderosos para los que las razones siguen siendo un estorbo en esta imperfecta democracia.
Siempre me ha llamado infinito la atención cómo la sociedad siempre ve con muy buenos ojos que esos ecologistas se jueguen la vida o la libertad en acciones llamativas muy lejos de nuestras casas, salvando maravillosos e indefensos cachorrillos de foca, impolutamente blancos con enormes ojos negros, de morir a golpes con un palo en la cabeza y dejando la nieve del ártico teñida con cientos de manchones rojos; o colgándose de un árbol enorme a cincuenta metros de altura en una selva de Borneo o de Nueva Guinea; o puede que de alguna chimenea altísima de a saber qué industria contaminante; o quizá impidiendo que un pesquero-factoría lance sus redes de arrastre sobre el lecho marino; o encadenándose delante de un bulldozer para que no arrase una parcela de la selva brasileña; y sin duda a esa sociedad dormida le parecerá heroico que se jueguen la vida interponiéndose con una frágil zodiac entre el arpón de un gran ballenero japonés y un cetáceo sentenciado. !Geniales, qué buenos son! Pero claro, que no me vengan a mi ciudad, a mi pueblo o a mi sierra a decirme cómo debo gestionar yo esos bosques, esa montaña, ese dinero público, esa especie silvestre que me molesta, etc. Que se vayan a su puñetera casa. En aquellos continentes lejanos y en los océanos sí son bien vistos; pero aquí no. Aquí que nos dejen tranquilos construyendo estaciones de esquí, minas a cielo abierto, parques eólicos, presas eléctricas, masacrando lobos, torturando toros, o maltratando animales de granja. Eso no es cosa suya. Que no metan sus narices donde no les llaman.
Hay que ser ridículos para llegar a decir públicamente, entre otros muchos eslóganes panfletarios, que los ecologistas tenemos montado el chiringuito solo para vivir de las subvenciones. Este argumento fabricado no cuela, y por mucho que lo repitan desde sus atriles no se lo cree nadie que analice la realidad. Pero más que ridículos deberíamos hablar de mala gente por aprovechar tribunas como la del parlamento Cántabro para atacarnos a los ecologistas con frases como la siguiente:
"... de cuatro vividores que se hacen llamar ecologistas, que lo único que les interesa es seguir manteniendo sus chiringuitos a base de subvenciones que pagamos todos los españoles con nuestros impuestos, para no pegar palo al agua, parásitos del sistema democrático, garrapatas que se han visto inmunes ante la llegada de los socialistas y los lilas al gobierno de España ..."
Sí, señores, estos improperios e insultos los dijo la diputada Marta García en un pleno del parlamento autonómico a finales del pasado marzo. Daría risa si no fuera por la gravedad de sus consecuencias que sea ella precisamente la que achaque a una ONG conservacionista (ASCEL) de cobrar subvenciones -lo que por otro lado, si fuera cierto, no solo no es ilegal, sino que debería ser lo lógico y deseable dadas las funciones públicas que estas asociaciones tienen en nuestra sociedad- cuando en realidad es ella la que cobra ayudas públicas que no debería. En concreto 301.916,41 € de ayudas de la PAC entre los años 2017 a 2020. Y digo que no debería cobrar esas subvenciones que SÍ le pagamos todos porque ese dinero se concede a las explotaciones agro-ganaderas que cumplen con unos requisitos de sostenibilidad ambiental, requisitos contra los que ella misma se revela prodigándose en las redes sociales exigiendo los controles del lobo con el mismo extremismo que en el pleno del parlamento cántabro. Y nos llama ella a nosotros "parásitos del sistema democrático". ¡Qué ironía!
Señora Marta García, si quiere ser una persona consecuente a la cual se deba escuchar le es suficiente con rechazar las subvenciones de la PAC que le pagamos entre todos para su ganadería Valdelmazo y así tener carta blanca para exigir controles de lobos, osos, águilas o lo que usted crea conveniente masacrar.
En fin, se ponen en evidencia y se califican a sí mismos: utilizan su poder y la visibilidad mediática que les otorga sus cargos públicos para manipular a la sociedad contra la razón que nos asiste.
Según la RAE, la palabra ecologismo tiene dos acepciones, a saber:
1.- Doctrina que propugna la defensa de la naturaleza y la preservación del medio ambiente.
2.- Movimiento sociopolítico que defiende el ecologismo.
Y de la palabra ecologista dice:
1.- Perteneciente o relativo al ecologismo.
2.- Partidario del ecologismo.
Y también podría la sociedad intentar aprenderse qué es la ecología. Según la RAE de nuevo esta palabra tiene dos acepciones:
1.- Ciencia que estudia los seres vivos como habitantes de un medio, y las relaciones que mantienen entre sí y con el propio medio.
2.- Medio ambiente.
Bien, leyendo todas estas definiciones y viendo el trabajo que llevan a cabo los grupos ecologistas en defensa de nuestro medio ambiente, ¿de dónde sacan sus perseguidores que el ecologismo vaya en contra del bien público? La sociedad tiene y debe conservar dos patrimonios fundamentales: el natural y el cultural, a cual más importante. A nadie se le ocurre hoy en día derribar una parte de una catedral, pero, sin embargo, nuestro patrimonio natural está constantemente en peligro porque dificulta en ocasiones los intereses particulares de algunos. Cuando esos "algunos" tienen poder, la lucha por defender la biodiversidad y la salud de nuestro planeta se vuelve más necesaria e imprescindible que nunca.
El ecologista es por ello, intrínsecamente, una persona altruista que emplea su tiempo y esfuerzo en defender ese patrimonio natural que resulta ser de todos los ciudadanos, y no solo suyo, con una conciencia cívica que el egoísmo de esos "algunos" no consiguen comprender, y sin obtener, además, nada a cambio, excepto la simple satisfacción de hacer una buena obra que redunda en el bien común. Ser ecologista es, pues, utilizar las incuestionables razones que la ciencia nos aporta sobre la necesidad de preservar ese patrimonio natural y usarlas para luchar contra su destrucción, de un modo razonado, cívico y generoso, poniendo a disposición de la sociedad su tiempo, su trabajo, sus conocimientos y sus desvelos. A veces incluso su dinero.
Pero, como siempre, tener razón molesta. Y saben que la tenemos.
5 de octubre de 2022
¿Exagero con la Junta?
Yo es algo que ni me planteo porque creo sinceramente que, más bien al contrario, me quedo corto. Para muestra vamos a ver en esta ocasión otro pequeño ejemplo de la anestesia ambiental de la que hace gala la Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio que gestiona la mayor región autónoma de nuestro Estado y una de las mayores de Europa: Castilla y León. Anestesia ambiental que, por sospechosas coincidencias de la vida, generalmente acaba beneficiando al lobby cinegético en detrimento de la fauna, el medio ambiente y, en definitiva, del interés general de la inmensa mayoría de la ciudadanía que, como ya todos sabemos, NO es amiga de la caza pero sufre sus consecuencias. En este aspecto sería bueno puntualizar que, por ejemplo en 2018, último año del que tenemos estadísticas de caza, en el 80% del territorio español podía cazar el 1'43 % (las licencias vigentes ese año fueron 669.614 según las estadísticas del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación) de la población española, que sumaba en aquel momento un total de 46.722.980 habitantes, según datos del INE para el citado año.
Ese minoritario porcentaje de residentes en España increíblemente puede practicar la actividad cinegética incluso en muchos de los Espacios Naturales Protegidos (ENP), aunque muy recientemente se consiguió por fin prohibir la caza para divertimento (me escuece denominarla "deportiva", porque no lo es) en los parques nacionales, cuando entró definitivamente en vigor el 5 de diciembre de 2020 la nueva Ley de Parques Nacionales 30/2014, después de ¡¡¡6 años de moratoria!!!. Sin embargo, sigue siendo alucinante que en el resto de ENP del territorio español se pretenda intentar compatibilizar lo que, filosófica y moralmente, es incompatible: la conservación y protección de la fauna, con matarla para divertirse. No hay quien lo comprenda, porque no tiene ni pies ni cabeza.
Ese año 2018 los cazadores con licencia mataron en España la salvajada de 19.185.032 animales (de los cuales 1.721.611 lo fueron en Castilla y León). Oficialmente, claro, porque oficiosamente la realidad es que esa cifra siempre será tremendamente superior. En cualquier caso ... ¡¡¡diez y nueve millones de animales!!!, muchos de los cuales fueron tiroteados en Parques Naturales u otros ENP en los que, sin embargo, al resto de ciudadanos se nos puede prohibir caminar con unos prismáticos por un sendero para salvaguardar la tranquilidad de la fauna en época de reproducción. Se dan casos sangrantes como que se corten caminos al uso del ciudadano porque hay, por ejemplo, una colonia de buitre negro en período reproductor en una ladera (lo que es del todo lógico), pero se conceda autorización para una batida al jabalí en ella (lo que supone una irresponsabilidad sin justificación). Por el sendero molestamos a los buitres, pero ... los ojeadores y sus decenas de perros pueden pasar dando ladridos, voces y gritos sin problema por debajo mismo de los nidos donde están incubando. Estas cosas suceden en Castilla y León.
Si hace apenas cinco días criticaba en mi anterior entrada la barbaridad que supone permitir batidas al jabalí en lugares donde se está reproduciendo alguna especie protegida en peligro de extinción o en situación desfavorable de su estado de conservación -vamos, lo que viene siendo el modus operandi habitual de la Junta de Castilla y León-, como era en aquel caso concreto del lobo, y máxime cuando, además, se trataba de una especie odiada y muy perseguida por los propios cazadores, lo que podría dar pie a que se diera otro de los ya clásicos "accidentes" de caza fortuitos en los que, por desgracia, una especie protegida por la ley queda desprotegida por una autorización administrativa del Servicio Territorial de Medio Ambiente y es tiroteada, hoy me veo en la penosa necesidad, otra vez más, de reprobar la gestión ambiental del ejecutivo autonómico del PP por varios motivos (lo siento, vaya frase larga que he enlazado, sorry).
El primero de ellos por seguir manteniendo todavía al frente de la citada Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio al mismo sujeto que se negó a activar el nivel máximo de riesgo de incendios en plena ola histórica de calor extremo con la patética, irresponsable y lamentable justificación de que aún no había comenzado el mes de julio, para ahorrar un dinero mezquino que nos ha costado a todos mucho más caro. Entre otras cosas varias vidas humanas. El catastrófico resultado de su obcecación ya lo conocemos todos y este señor, que no debe tener mucho pudor político porque si lo tuviera hubiera dimitido él mismo inmediatamente, debe ser cesado por el Presidente de la Junta, si es que a este otro señor le queda también -que lo dudo y a la tardanza me remito- algo de esa integridad y honestidad de las que su subordinado obviamente carece por completo. Pero, lejos de dimitir o de ser cesado, no solo se mantiene bien aferrado a su poltrona, sino que incluso empeora las cosas aún más. Esta deplorable consejería pro-caza que tanto daño ha hecho a la conservación de nuestro patrimonio natural, a la que tenemos que sufrir y soportar estoicamente en esta comunidad, está más preocupada de fomentar y facilitar la caza en ella que de conservar nuestra naturaleza y su biodiversidad. No hay más que recordar el bochornoso espectáculo que nos ofreció en Castilla y León al subvencionar con 303.000 € de dinero público charlas divulgativas de la Federación de Caza de Castilla y León en los colegios públicos de la comunidad, para que niños de 7 a 12 años conocieran las bondades de ir pegando tiros a la fauna, luchando así "contra la cultura del Bambi", en palabras del Presidente de la citada federación, Santiago Iturmendi. Solo se nos ocurren términos de indecente, vergonzoso o inmoral para arriba.
Pues bien, este lobicida gobierno del Partido Popular, defensor a ultranza de matar animales para diversión, ha tenido la brillante idea -y aquí viene el segundo motivo de mi cabreo- de permitir que se cacen ciervos o corzos en las zonas limítrofes del incendio que arrasó la Sierra de la Culebra. ¿Se pueden hacer peor las cosas? ¿De verdad hay tanta falta de sensibilidad, no ya ambiental, que eso es ya algo obvio, sino incluso de simple humanidad, entre los gestores de la Reserva Regional de Caza de la Sierra de la Culebra, entre los funcionarios del Servicio Territorial de Medio Ambiente de Zamora y del propio consejero que, solo dos meses después de que las poblaciones animales que vivían en la reserva se vieran terriblemente afectadas por las llamas y el humo, se permite volver a cazar? ¿De verdad los cazadores tienen tan poca piedad y empatía con esa fauna que ha sufrido tantas bajas? ¿No tienen compasión alguna?De verdad, hay que ser muy cruel e insensible para ir al borde mismo de la zona incendiada a rematar a los animales que han podido sobrevivir. Esos cazadores que se han atrevido a "disfrutar" de la caza de estos ungulados supervivientes son, a ojos de gran parte de la población, individuos simplemente despiadados que no hacen sino añadir un mayor grado de desprestigio de su colectivo ante la sociedad. No se puede caer más bajo. ¿Cómo es posible que luego se extrañen de que esa sociedad vea cada vez con peores ojos al cazador? ¿De verdad no relacionan la falta de sensibilidad que exhiben en múltiples oportunidades con el rotundo desafecto que manifiesta hacia su actividad el resto de la ciudadanía? Como se advierte en el gran blog De paseo por la naturaleza, la Ley 3/2009 de Montes de Castilla y León, de 6 de abril, dice en su Artículo 92: "Los aprovechamientos ganaderos y cinegéticos en los montes que hayan sido objeto de un incendio quedarán suspendidos de manera automática y sin derecho a compensación durante un período de cinco años en los terrenos afectados. No obstante, la consejería competente en materia de montes podrá autorizar el levantamiento de dicha suspensión cuando se acredite la compatibilidad de los aprovechamientos con la regeneración del monte incendiado y con la restauración del hábitat y supervivencia de flora y fauna silvestre".
Se me viene ahora a la cabeza el tratamiento especial que también tuvieron los cazadores durante la pandemia por parte de esta administración autonómica esquivando las restricciones del Real Decreto 463/2020 de 14 de marzo aprobado por el Consejo de Ministros, que limitaba el libre tránsito de los ciudadanos. Cuando todos estábamos encerrados en nuestras casas, los cazadores fueron también favorecidos y privilegiados por esta Junta de Castilla y León pro-caza gobernada por el Partido Popular. Aquel año fatídico, a pesar de los meses de restricción que dejaron en sus casas a la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles, murieron por accidentes de caza la barbaridad de 51 personas, más del doble de la media anual. Pero no pasa nada, señores, la caza se fomenta, se promueve, se protege, se defiende y, si es necesario, flirteando las leyes, las restricciones, las normativas, la protección de la fauna protegida y, por supuesto, el propio sentido común. Que una actividad minoritaria, además de peligrosa para el resto de usuarios de la naturaleza, y que coarta el libre tránsito de todos los ciudadanos sea amparada y fomentada por este gobierno autonómico como lo hace es simplemente desolador, dramático y terriblemente desafortunado, además de injusto para el porcentaje mayoritario de usuarios del campo no cazadores.
Sinceramente lo creo, esta hermosa región autónoma, que cuenta con una extraordinaria riqueza ambiental, no se merece este lamentable gobierno autonómico, ni la protección a ultranza que hace de una actividad peligrosa para el resto de los ciudadanos, violenta y agresiva, que acarrea consecuencias nefastas para la biodiversidad y que conculca el derecho de libre tránsito del 98'6 % de la población española.
21 de septiembre de 2022
Hoy hace un año ya
A lo largo de varios días vemos medrar por la zona a, al menos, dos ejemplares, en varias ocasiones y a distintas horas. Por la mañana alguna vez, por la tarde otras. Atraviesan el rastrojo mientras nosotros somos conscientes del inmenso privilegio que supone ser espectadores de aquellos instantes. Absortos, no perdemos detalle. Aunque la distancia es larga para un fotógrafo de fauna, resulta corta para un naturalista. La inmensa emoción que representan estos breves encuentros compensa los madrugones necesarios, las horas incómodas sentados sin apenas movernos, los dolores de espalda. El tedio cuando pasan las horas y no hacen acto de presencia. Las esperas en blanco. Todo queda compensado cuando el lobo entra en escena.