Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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1 de noviembre de 2012

Capela dos Ossos

En estos días de Halloween y crisantemos, de fantasmas y difuntos, no puedo por menos de pensar que "polvo somos". Simplemente. Materia que se transforma, que vuelve a la tierra, que se renueva, muta y se reintegra al ciclo de la vida. La vida, ese regalo que nos duele entregar a la parca porque siempre olvidamos que ambas van juntas, en un círculo cerrado donde la vida es muerte, y la muerte vida. Porque la una no existe sin la otra.

Morimos porque es la Ley. La de la vida.





Capela dos Ossos. Iglesia de San Francisco. Evora. Alentejo. Portugal.

25 de octubre de 2012

El poblado

Por un tranquilo camino en medio de la fragosidad de la sierra llego hasta las casas una mañana cualquiera de un verano cualquiera. Salen a mi encuentro unos perros que me ladran sin contemplaciones, pero que se mantienen prudentes a una cierta distancia. Sus escandalosos ladridos rompen la tranquilidad de la mañana y advierten de la presencia del extraño a un par de niños, que acto seguido aparecen curiosos en la puerta de una vivienda apartando la cortina de tela que impide el paso de las moscas al interior. Me miran riéndose con los mocos colgando y la ropa sucia, al tiempo que me invade un penetrante olor acre a cabra procedente de algún corral. Un paisano pasa con la caballería camino de algún olivar escondido entre los jarales y me saluda con un escueto gesto de su cabeza, pero sin pararse. La acémila desciende cuidadosamente entre resbalones por el pendiente camino empedrado, cargada ahora sólo con un azadón y sus alforjas vacías. Pasan de largo y desaparecen tras una curva. Atravieso el misérrimo poblado sin calles. Se apartan algunas gallinas mientras descubro a una anciana que me observa escondida. Cuando nuestras miradas se cruzan, suelta el visillo de la ventana y queda oculta en el interior de su cocina. Bastan unos pocos instantes para atravesar y dejar atrás la alquería, clavada en un espolón de cuarcitas retorcidas sobre el meandro de un arroyuelo. Atrás queda la minúscula y diseminada agrupación de casuchas, sus gentes, sus niños, sus animales. El humo de sus chimeneas.

Atrás quedan también en el tiempo, muy atrás, este y otros poblados, olvidados, desheredados y abandonados.

Hoy ya no hay gentes aquí, ni niños, ni animales. No hay olivos entre los jarales. Y los caminos, antes de pulidos empedrados, ahora son de tierra y agonizan en la maleza. Miro el poblado sin pobladores, ni chimeneas, ni tejados. Y sólo veo olvido. El olvido que se los llevó a todos y que por olvidar olvidó hasta el nombre del lugar.

Desde lo alto de un peñasco observo lo que queda de él. Lo miro y me imagino los perros saliendo a mi encuentro, a los niños con sus mocos, a la anciana y al paisano.








14 de septiembre de 2012

Santa Justa

Yo, que tengo el corazón arriba, en el monte, entre bosques y riscos, procuro bajar de cuando en cuando a la costa. Allí busco con la mirada a Alfonsina, preguntándome si encontró finalmente los poemas nuevos que buscaba, entre el rumor de las olas y el olor a sal. Mis ojos se clavan hipnotizados en el ir y venir de la espuma blanca y escucho la respiración del mar, ese ser misterioso del que lo desconozco todo y que tanto respeto me provoca. La respiración de un planeta de profundo color azul.

Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 / 2.8 L USM, a 48 mm. Trípode Manfrotto 190 Pro, con rótula de bola Gitzo G1278M.
En Manual, a f/8 - 1/25 sg. 100 ISO

21 de agosto de 2012

Buda

Quedo hipnotizado por su mirada. La contemplo durante una eternidad y pienso en todo lo que nos perdemos en nuestra próspera, moderna y desarrollada sociedad tecnológica, con sus agobios, urgencias y desesperanzas. Pienso en lo superficial de muchas de las necesidades cotidianas de esta existencia civilizada y me entristece comprobar lo sumergido que yo mismo me encuentro en su estrés y sus prisas.

Miro sus ojos y me curan. Son ojos que me transmiten serenidad y paz. Un bálsamo para mi espíritu.

16 de abril de 2012

Crómlech

El sol está cerca de asomar por la línea del horizonte. Ha llovido por la noche y de los árboles gotea aún el agua. Todo está húmedo.

Camino por la dehesa de alcornoques hasta la agrupación de piedras que conforman el cromlech de Los Almendros, y me sitúo a esperar sobre la parte superior de la suave inclinación en la que se encuentran. Las grandes rocas circunscriben una gran superficie de forma oval que mira inmutable al este desde hace 7000 años. Espero y dejo pasar los minutos mientras la primavera incipiente llena estos instantes previos de cantos y trinos. Se despunta por fin en esta mañana húmeda de abril la parte superior de esa bola incandescente del astro rey al que llamamos “sol” y el primer rayo de su luz vivificante alcanza las piedras superiores, firmes, como un ejército de mágicos seres cubiertos de líquenes. Mi mente se evade e intento imaginar sin conseguirlo la escena que una mañana, igual a esta pero de hace siete milenios, se debía suceder en este mismo lugar.

Siete mil años atrás. 


El Cromlech de Los Almendros se sitúa próximo al pequeño pueblo portugués de Guadalupe, al oeste de Êvora. Pasa por ser el mayor yacimiento megalítico de la península ibérica y uno de los más antiguos de la humanidad; Stonehenge, por ejemplo, está datado en unos 5000 años, o  los alineamientos de Carnac en unos 6000. Este crómlech está compuesto por casi un centenar de monolitos o menhires, que originariamente debían estar dispuestos en forma de herradura, abierta hacia la salida del sol. La disposición de algunas de sus piedras parece sugerir la teoría de su relación con el sol y la luna durante los solsticios y equinoccios, aunque de momento es sólo una teoría.

30 de marzo de 2012

Los Pajares

Los Pajares serán probablemente un grato descubrimiento para el que se acerque allí por primera vez. Declarado Bien de Interés Cultural en octubre de 2010, con categoría de Lugar de Interés Etnológico, este conjunto agroganadero se sitúa a los pies de Santibañez el Alto, en las estribaciones meridionales de la cacereña sierra de Gata, y a poco más de dos kilómetros de la Reserva Biológica de Borbollón. Consta de unas cien construcciones, muchas de ellas derruidas en la actualidad. Casas, corrales, tapias, prados, viejos acebuches varias veces centenarios, fuentes y abrevaderos, se diseminan por la llanura a lo largo de unas veintisiete hectáreas. Deambular sin prisas en primavera por sus praderas tapizadas de flores y pobladas de caballos y vacas, nos dejarán, sin duda, suficientemente satisfechos. Al tiempo, dos caminos empedrados nos permitirán realizar un recorrido circular de ida y vuelta hasta lo alto del pueblo, desde donde podremos además disfrutar de las inmejorables vistas que esta atalaya, con viejas historias árabes, tiene de los alrededores.


23 de febrero de 2012

Un espacio atemporal. Por los Ancares y la sierra de Gistreo

Imaginando el pasado, inspirando el presente a bocanadas amplias y profundas, paseamos valle arriba llenando nuestros pulmones de aire puro y salvaje. Nos dirigimos a una braña solitaria a los pies de un pico nevado, en el occidente leonés. La conversación transcurre serena sobre lobos, osos y cortines, viejas historias que se transmiten de boca en boca, ahora de igual modo que se hiciera en las generaciones de nuestros mayores.

Soledad y un aura de misterio envuelven estos bosques casi olvidados en una región montañosa en donde todavía es posible observar techumbres de centeno. Mientras caminamos hablando sobre la situación del oso, sólo escuchamos el monótono crujir de nuestras propias pisadas sobre la nieve congelada del camino, cortando la ladera umbría. Los arroyos a la sombra permanecen aún medio congelados, aunque ya se barrunta la primavera en los cantos de algunos pájaros, en el aumento de las horas de luz y en la tibieza de los rayos del sol de media mañana. A nuestro alrededor sabemos que están todos los hermanos de la montaña. Sin duda, algunos nos estarán espiando. Nosotros a ellos sólo los imaginamos: inquietos corzos, ciervos esbeltos, lobos sociales, osos poderosos, zorros inteligentes, cárabos de las sombras, garduñas inquisitivas, …

Nos sentamos en el poyo de la cabaña, casi al final del valle, al sol, con la modorra que la calidez de la mañana, luminosa, nos provoca. Leal, el perro teckel de mi amigo, persigue lejos el rastro de algún corzo, que nos enseña su semáforo blanco muy alto en la loma, saltando cerca del arroyo.

Sentados aquí, viendo los abedulares aún desnudos, la conversación se para y el reloj quiere detenerse definitivamente, desaparecer. El hoy es igual al mañana, y lo mismo que al ayer. El tiempo se ausenta y ya sólo existe el aquí y el ahora.