Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

28 de abril de 2013

21.097 metros

Media maratón de Ciudad Rodrigo, esta mañana. Seiscientos participantes. 4º C de temperatura en el momento de la salida. Buena organización y mejor ambiente. Huevos fritos, farinato, paella y mucho más. Mi personal visión de la carrera. Movimiento. Un gran esfuerzo, mucha motivación, más entrenamiento y obstinación están detrás de cada cara de sufrimiento, de cada zancada.











27 de abril de 2013

Siempre Gredos

Cerca de novecientos disparos en no más de seis horas. A veces en ráfaga de alta velocidad. A veces con un flash externo. Retrocede. Vuelve. Sube de nuevo. Baja otra vez. Puedes seguir. Apoyo las rodillas en la nieve y me dejo caer a todo lo largo sobre la misma para obtener contrapicados. Con la cámara a ras de suelo, ven caminando hacia ella. Pasa justo por aquí. Clavo los codos en la nieve y disparo sin parar. Me subo a lo alto de una piedra y busco picados. Bueno, ahora vamos a sustituir el rojo por el naranja, y cambia el gorro también. Saco el trípode mientras descansamos y tiro unos detalles a esto o aquello. Estas con profundidad de campo. Estas sin ella.




Trabajar una sesión de modo específico siempre es provechoso. Es la manera de obtener resultados que con seguridad compensen la salida. Esto no se puede hacer cuando sales con tus colegas a caminar. Al día siguiente, con calma, tras la selección se salvarán de la quema no más de trescientas cincuenta imágenes. Parecidas, sí, muchas de ellas, pero todas distintas. Unas pueden ser utilizadas en exclusiva por una agencia, otras por una editorial para un sólo uso. Verticales, horizontales. Con "aire" por encima o en un lateral, para dejar espacio al encabezamiento y la entradilla de un artículo.




Caminar por Gredos sin gente es algo que solo se puede hacer en días de diario. Y si poderlo disfrutar vacío es, sin lugar a dudas, un privilegio, poder trabajar en estas circunstancias se convierte en una ventaja añadida. Cuando, además, lo haces con alguien que sabe lo que buscas todo se vuelve perfecto, pues lo hace sencillo y agradable.

Caminamos despacio, la media maratón que mi compañera correrá en breves fechas no aconseja darse ninguna paliza ahora. Queremos subir a uno de los mejores miradores de la sierra, el sencillo, asequible y siempre espléndido Morezón. Y para ello rodearemos sin complicaciones por el Puerto de Candeleda y Navasomera. Relajadamente, de paseo, vamos avanzando por entre praderías encharcadas de agua procedente del deshielo, hasta alcanzar los primeros manchones de nieve que dan paso a una homogénea sábana blanca. Subimos. Pisamos, pues, la piel de ese Gredos que, con las vestiduras plateadas del invierno ya muy rasgadas, nos ha visto pasar tantas veces. Ese, nuestro Gredos.









22 de abril de 2013

Mons fragorum

Monfragüe nunca defrauda. En primavera menos. Día tranquilo, de telescopio y prismáticos. De animales grandes como las ciervas de primera hora, y pequeños, como las dáuricas, los pinzones y la curruca. De aves imponentes como el águila imperial o la cigüeña negra, o modestos como los buitres leonados. Otros muchos se fueron sumando a la lista más o menos habitual. Un día perfecto, de buena temperatura y mejor compañía.









20 de abril de 2013

Amanecer

Por el horizonte clarea la franja azulada del próximo alba mientras alcanzo el lugar donde voy a pasar las próximas dos horas. El reclamo inconfundible, persistente, penetrante y agudo de las cigüeñuelas (Himantopus himantopus) delata su presencia a pocos metros de distancia, en la oscuridad de los últimos latidos de la noche. Me acerco sin linterna, a hurtadillas, como un bandido que quisiera hurtar algún bien preciado. Las botas no impiden que unos pocos metros más adelante tenga los pies mojados mientras camino sin ver dónde hay agua y dónde tierra firme; bueno, mejor dicho, dónde hay "fango firme". Busco como puedo, a veces tocando el suelo con los dedos de la mano, una pequeña porción cerca de la orilla que no rezume. Cuando ya estoy decidido a regresar de vacío a casa, la encuentro. Descargo la pequeña mochila con las redes de camuflaje, esterillas y equipo fotográfico. Me acomodo como puedo, tumbado de frente, con las punteras de los pies en un charco; ¡qué más da, al fin y al cabo ya están mojados! La faena son los dos grados de temperatura de esta sosegada mañana.

Cuando termino de prepararme ya se medio ve. Reclaman aflautados una pareja de chorlitejos. Se intuyen las formas y las aves. Las que habían levantado el vuelo ante una sombra deambulando por la orilla, regresan, sobrevolándome a pocos metros de altura. Se posan. Espero. Amanece.






19 de abril de 2013

Mi patio

Salgo de mi casa y me voy al patio de atrás. Hacia él me arrastra el lienzo amarillo que lo tapiza por completo, como un cuadro neoimpresionista elaborado a base de infinitos puntitos de color limón, como un paisaje puntillista que hubiera ocupado a su autor una vida completa. Me cuelo en el cuadro, aún fresco con las gotitas del rocío nocturno chispeando sobre la hierba y mojándome las zapatillas deportivas. A medida que el sol va ganado altura por la mañana, el perfume de las flores lo envuelve todo, cada vez con más intensidad. Paseo desde un extremo a otro del cuadro, de mi patio, acariciando las infinitas matas de Brassica barrelieri, conocida con los sugerentes nombres de pimpájaro o amargo amarillo. Camino procurando no pisar las plantas. Los pantalones vaqueros se me pintan de polen. Un grupo de mitos revolotea entre las ramas bajas de los fresnos y me saludan, mientras alguien da su paseo matutino con el perro.

Bajo los cálidos rayos de la primavera, yo me adentro en su color y buceo en amarillo.