Son las seis y ocho minutos exactos de hoy domingo. Pasan veloces las nubes y los rayos de sol penetran por los resquicios que los deshilachados bordes de la borrasca trae consigo a su llegada. El paisaje, insulso tan solo hace unos minutos, cobra ahora fuerza e imanta inevitablemente mi mirada. Pego mi nariz a la ventana, como los niños al escaparate de una juguetería. Las garcetas comunes siguen con sus lances en pos de pequeños pececillos en la aceña del molino, mientras la garza real espera paciente pescados más grandes. Un grupo de cormoranes pasa volando río arriba, oscuros, a tono con las amenazantes nubes. No puedo resistirme y tomo la cámara para dar fe del espectáculo con el que la naturaleza nos obsequia por unos breves momentos. Luz y color, unidos durante un instante para deleite de quien sepa apreciarlos. Belleza en estado puro.
Unos minutos después, exactamente a las seis y once, todo parece de nuevo insulso y mortecino. Tres minutos de luz huidiza, efímera y fugaz. Maravillosa. Solo tres minutos.
Panorámica obtenida con la fusión de 11 imágenes verticales con una Canon EOS 7D y el objetivo EF 24-70 f/2.8 L USM, a una distancia focal de 43 mm, y a f 6.3 y 1/125 sg, a 200 ISO. A pulso.
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