Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

27 de enero de 2013

Rozando el cielo

Allí donde las planicies son verdes en verano y se pueblan de yaks y camellos bactrianos.
Donde las cumbres de las montañas sujetan la bóveda celeste.
Donde el aire es liviano y el oxígeno escaso.

Allí donde el paisaje es insultantemente grandioso.
Donde los horizontes se escapan de las manos.
Donde el espacio es, sencillamente, espacio.

Allí donde las yurtas nomadean al ritmo de las estaciones.
Donde todo lo que una familia necesita se transporta en unos camellos.
Donde las minorías étnicas luchan por su identidad.

Allí donde el invierno es una mordaza, una cárcel que atenaza.
Donde el frío se puede cortar.
Donde el viento te impide respirar.

Allí donde la muerte acecha paciente.
Donde consume inexorable el aliento de los seres vivos.
Donde, en un instante, la parca se te puede cruzar.

Allí será donde conocerás gentes duras, de rostros tallados.
Semblantes de ojos rasgados.
Niños de cara escareada y mocos secos.
Pieles arrugadas como corteza de árbol.
Niñas de dos pares de pantalones bajo las faldas.
De jerseys raídos.
Ellas de colores granas llamativos.
Ellos de pardo y negro.
Gentes de alma honesta.
Sincera.
Clara.
Directa.

Gentes hospitalarias.

Gentes que de tanto rozar el cielo con los dedos, esquivan de puntillas el infierno de la vida.

Gentes de miradas limpias como el aire que respiran.



















2 comentarios:

  1. Preciosas palabras y preciosas fotos, Chuchi.
    ¿De cuándo son?
    Me han encantado, ¡me quito el sombrero!
    Enhorabuena, artista.
    Saludos cordiales.

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    1. Recobrando viejos recuerdos, que aunque viejos no dejan de ser menos actuales, pues el modo de vida de los Kirguises no ha cambiado un ápice desde el verano de 1993 en el que yo tomé las fotografías de esta entrada, a los pies del Muztaghata, en el Pamir Chino de la región del Xinjiang, a un tiro de piedra de la mítica ciudad de Kashgar, nudo neurálgico de uno de los ramales de la Ruta de la Seda (no se me olvida la piel de leopardo de las nieves que pude ver en un tenderete de su mercado; rozando casi por un extremo el suelo, colgada como estaba, no llegaba yo con la mano al otro extremo del animal) y a tiro de piedra, también, del desierto de Taklamakan. Vamos, en definitiva, una pasada de lugares, máxime cuando llegábamos desde el Karakorum paquistaní. Ahora, el gobierno chino intenta domesticar a estos pueblos, reasentándolos en poblados, haciéndoles perder su identidad de nómadas, que no conoce de fronteras políticas, masificando la región con chinos hang. En fin, nada que no nos podamos suponer, y de lo que no nos podamos lamentar. Una simple y llana absorción étnica. ¡Qué pena!

      ¡Cómo pasa el tiempo, van para 20 años de estas fotos! Me alegro que te gusten.

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