Las sombras se apoderan de inmensas laderas tapizadas de pinos negros y quedo ensimismado contemplando las últimas luces de la jornada sobre los paredones rocosos, altos e inhóspitos, de uno de tantos valles pirenaicos. He decidido descolgar una gran nube sobre el collado que se divisa al fondo del paisaje para que la realidad se parezca al sueño. Y queda perfecta. Estoy aquí y en estos precisos instantes. No puedo pedir más.
Hoy no quiero poner nombre a las montañas que me rodean, me niego, quedan los mapas y planos a un lado; hoy las prefiero así, desconocidas, incógnitas. Los nombres domestican la naturaleza en mi cabeza, la vuelve humana, cercana, segura, accesible, familiar, y lo que me rodea hoy lo quiero salvaje. Dormiremos formando parte de este escenario de ensueño, para mañana pasear pausadamente hasta la laguna glaciar por senderos ondulantes, sin desniveles, atravesando praderías alpinas, bosques, arandeneras y sotobosque de boj. Me siento un privilegiado por respirar este atardecer y el amanecer que intuyo para mañana.
A veces pienso que los lugares no existen hasta que estoy en ellos. A partir de hoy existirán Lavasar y Basa la Mora.
Qué belleza.. :-))) Saludos..
ResponderEliminarSin lugar a dudas las fotografías no hacen honor a la belleza del lugar. Gracias Ana por pasear por estos lugares pirenaicos.
Eliminar¡ Maravilloso ! Besos.
ResponderEliminarCierto que lo son. Los Pirineos tienen muchísimos enclaves realmente maravillosos. Necesitaríamos muchas vidas para verlos todos. Besos.
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