Ya sé que son tus ojos los que me llaman,
y tus miradas las que me engañan,
pero son tus pestañas las que me atrapan,
y tus párpados los que al final me matan.
No cierres pues tus párpados, por favor,
deja que camine por el brillo de tus ojos
sin que pierda por ello el aliento y mi valor.
Me miras, te miro.
Tu reflejo es el mío.
Si me llamas, voy.
Pero no cierres tus ojos que me apagas.
No te duermas que me mueres.
No entrelaces como hebras tus pestañas, que me acabas, por favor.
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