Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

16 de junio de 2013

Ingrávido

Sus ojos inquisitivos lo vigilan todo desde las alturas con detenimiento. Planea y planea sobre mi hide, pero no se atreve a bajar. Va y viene incansable. Se deja caer en reiteradas pasadas sobre algo que ha descubierto en el suelo, para elevarse de nuevo sin coger nada. Un congénere se lanza contra él y, entre refriega y refriega, me deleitan con sus acrobacias y sus reclamos agudos y aflautados. Le hago alguna foto en vuelo, pero no tengo muchas opciones, pues aparece repentinamente de entre las copas de las encinas haciendo veloces pasadas y, además, demasiado cerca de mí, lo que multiplica exponencialmente la dificultad de perseguirlo con el 500 mm. Espero con ansiedad que se me ponga a tiro, pero hoy, sin duda, no es mi día. No importa, he disfrutado enormemente con sus quiebros aéreos y con su comportamiento bravucón.

El milano negro (Milvus migrans) es una de las rapaces más comunes en nuestras latitudes, pero no por ello pierde su atractivo. Gran benefactor de nuestros campos, tiene una labor fundamental en la limpieza de los mismos, consumiendo gran número de pequeñas carroñas, además de micromamíferos, lo que lo convierte en un gran controlador biológico de plagas.

Voy pensando en las ágiles escaramuzas que ha realizado en pleno vuelo delante de mi, mientras el sol se oculta tras las encinas de la dehesa anunciándome que debo dar por concluida la sesión. Mañana será otro día y quizás el milano negro me de otra oportunidad.


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