Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

11 de diciembre de 2021

Capítulo I, construyendo el futuro

Tal día como hoy, un 11 de diciembre de 1991, hace ya treinta larguísimos años, dos personas nos embarcábamos en un emocionante viaje que aún no ha terminado. Cuatro pesados petates militares comprados en el rastro de Madrid, entraron en la bodega de un avión rumbo a un destino meditado, añorado durante largo tiempo, pero a la vez incierto. Rumbo a un rinconcito dentro de nosotros mismos, donde se construye el futuro. Un lugar valioso como la esencia, un lugar vital. Sí, dentro de esos petates verdes caqui y de la barriga del DC-9 partían un montón de esperanzas, ilusiones y deseos, un cargamento infinito de sueños y anhelos, de voluntades y metas. Dábamos tal día como hoy los primeros pasos de un camino del que desconocemos aún el final. De un viaje sin billete de vuelta.

27 horas después de despegar de Madrid aterrizábamos en la capital argentina, con sendas escalas previas en Dakar y Asunción. Aquella será nuestro primer destino, Buenos Aires, hermosa y enorme metrópoli que acogió a estos gallegos con cordialidad entre sus más de 14 millones de almas, aunque solo fuese como la escala necesaria para alejarnos, precisamente, de la vida urbana y morar en nuestras montañas. Pasear en aquel momento por Caminito a ritmo de tangos, o por Corrientes, el barrio de San Telmo, por sus avenidas flanqueadas de rascacielos y con el Obelisco como faro, o por la emblemática plaza de Mayo siempre será un placer, lugar este último que desde entonces para mí será la plaza de las Madres de Mayo al verlas caminando en círculos frente a la Casa Rosada cada jueves desde los años de la dictadura de Videla, con sus pañuelos blancos, reclamando justicia y reparación (¿os suena de algo esto último?). Era como vivir en un sueño, como vivir la vida de otros en nuestros cuerpos. Como si no fuéramos nosotros los que coincidiéramos en el espacio y en el tiempo. 

Pero los días pasan y tenemos muchos planes en nuestras mochilas. Sin demorarnos más ponemos rumbo a Mendoza con intención de asegurar un buen proceso de aclimatación a la altura en la mole gigantesca del volcán Tupungato. Un tren eterno nos cruza a lo ancho el país desde la capital y nos acerca a la cordillera de Los Andes tras más de 20 horas de traqueteo y retrasos. Inmediatamente realizamos el traslado a la pequeña población de Tupungato y visitamos la Prefectura Militar del Regimiento Nº 11 con intención de que nos proporcionen el arriero y las mulas necesarias para aproximarnos hasta la base del volcán. Sin embargo, nos deben ver cara de dólar y el mando con el que negociamos debe quererse sacar un sobresueldo a nuestra costa, pidiéndonos una cantidad que sobrepasa incluso lo desorbitado para las informaciones que nosotros tenemos.

La primera ... en la frente.

Con la enorme decepción de aquel imprevisto regresamos a Mendoza cabizbajos y sopesando el siguiente movimiento: iremos directamente al Aconcagua -lo que en un principio iba a ser nuestra segunda parte del viaje, en la que aprovecharíamos la aclimatación adquirida en el volcán para subir y bajar rápidamente de sus casi siete mil metros de altura-. Rehacemos, pues, nuestras mochilas y petates y abandonamos Mendoza camino de Puente del Inca con las ilusiones recobradas. "No problem", viajar es superar las piedras del camino y seguir andando.

Ahora sí, estamos por fin donde queremos estar, en un valle de proporciones descomunales de Los Andes, en plena montaña, iniciando nuestro Aconcagua particular. Aún de noche, abandonamos el modesto alojamiento con una mochila con comida y ropa para una larga jornada en la que nos "fundiremos" con 36 kms. de tierra, piedras, polvo y arroyos, y sus algo más de 1.500 m. de desnivel, hasta situarnos a 4.250 m.s.m. Nuestras cargas saldrán horas más tarde sobre unas mulas y serán depositadas en el C.B. mucho antes de nuestra llegada. Así pues, hoy estamos de celebración, pero lo será por partida doble ya que, además de haber iniciado por fin la aproximación al campo base de la montaña, hoy es mi cumpleaños. No se puede pedir mejor regalo que estar en camino.


Con el paso de las horas los kilómetros se acumulan en nuestras piernas, y la altura en nuestra cabeza. La mañana que amaneció radiante bajo un cielo de un intenso azul, se ha trasformado radicalmente. Un fuerte empeoramiento del tiempo lo envuelve todo antes de llegar al campamento y deja el valle de Horcones teñido de blanco por el granizo, al tiempo que la atmósfera se carga de gran electricidad estática que llega a chisporrotear alrededor nuestro. La tormenta eléctrica se acabará disipando sin consecuencias, pero no sin antes hacernos ver lo pequeños e insignificantes que somos frente a las fuerzas de la naturaleza.

Nuestra llegada a Plaza de Mulas, con el viejo refugio pintado ahora de blanco y las primeras "carpas" de colores, la hacemos más de doce horas después de abandonar Puente del Inca. Ha llegado por fin la hora de la verdad, la que teníamos marcada en nuestros relojes desde hacía mucho tiempo.

La mañana siguiente amanecerá de nuevo apacible y amable. Deambulamos por el campo base de Plaza de Mulas conociendo a los que serán nuestros vecinos durante las próximas dos semanas, y comenzamos a acomodarnos a la peculiar vida de esta pequeña y variopinta comunidad, donde se hablan diversas lenguas. Paseos suaves, lectura, música en el walkman, charlas y el diario de bitácora constituyen los primeros quehaceres para conseguir una buena aclimatación: no esforzarse al principio y concentrarse en "ser un pulmón" será fundamental para adaptarnos a la altitud.  


A nuestra llegada nos cuentan que un conocido alpinista español se encuentra desaparecido en la montaña, tras no regresar de su intento en solitario a la cumbre. Por lo visto ha permanecido ya dos noches a la intemperie, sin saco de dormir, alimentos o agua, y, visto el empeoramiento climatológico que se ha producido en las dos últimas jornadas -la noche pasada se han registrado 20 grados bajo cero en el C.B.-, ya nadie creemos que se encuentre con vida. Sin embargo, increíblemente la tarde del 23 aparece en el campo base Josep Antoni Pujante, caminando más entero de lo que nadie pudiéramos imaginar, con los crampones puestos. Mientras él nos narra su odisea, nosotros le atendemos de sus congelaciones leves en manos y pies, le preparamos líquidos para hidratarse, le damos calcetines secos y hasta le presto los botines interiores de mis botas para que tenga los pies calientes.

Tras el revuelo que su regreso provocó en el C.B., nosotros continuamos con nuestro proceso de adaptación a la altura realizando diversas ascensiones cada vez a mayores cotas. 

El mundo era perfecto. No existía nada que nos enturbiara la vida, y estábamos en el lugar que nosotros habíamos escogido. No existían móviles, ni internet, ni pronósticos del tiempo que no fueran levantar la mirada al cielo y observar, y calcular. Nuestras familias no sabrían nada de nosotros durante casi tres meses, salvo algún telegrama esporádico, cartas y postales que, en cualquier caso, llegarían siempre con muchos días de retraso, además de alguna conferencia telefónica internacional que se medían con cuenta gotas. La vida era la montaña. De hecho solo "estaba" en la montaña. Y nosotros formábamos parte del decorado, estábamos allí, donde se vivía, donde se respiraba.

Subíamos y bajábamos, aclimatándonos. Con un campamento de altura que soportó alguna fortísima tormenta que se llevó por delante incluso muchas de las tiendas del mismo campo base. La nuestra en Nido de Cóndores aguantó como una jabata. Algún intento a cumbre fue frustrado por el "viento blanco" que soplaba furioso a más de 5.000 metros. Nosotros cruzábamos los dedos. 





Finalmente, un 4 de enero de 1992 gastábamos nuestras últimas energías para llegar a la cumbre de un Aconcagua casi vacío de gente, ya que la buena climatología del día previo había permitido a la mayoría de los montañeros que estaban ya aclimatados intentar la cima en la anterior jornada. Nosotros y poca gente más alcanzamos finalmente la cima de nuestro Aconcagua particular en una jornada lenta pero perfecta, sin viento y con una enorme visibilidad en todas las direcciones.
 





La marcha a nuestro ritmo hizo que realizáramos buena parte de la ascensión coincidiendo con un guía argentino y sus acompañantes, y con ellos acabamos llegando a la cumbre, forjando una amistad que nos ha llevado desde entonces a más montañas y encuentros hasta nuestros días. De izquierda a derecha: Jorge, malagueño de Estepona, Lito Sánchez -una institución en Argentina, con más de 70 cumbres en el Aconcagua y varias expediciones a ochomiles en invierno-, Inma, Fernando -compañero de ochomiles de Lito y extremeño, y al que podéis ver de blanco y mochila roja en mi foto de la entrada "Erosión eternamente fugaz"- y yo mismo en el punto donde se juntan todas las aristas de una montaña, 14 días después de nuestra llegada a Plaza de Mulas.

Un sueño cumplido. Uno de los objetivos principales del viaje ya nos lo llevamos con nosotros en nuestras mochilas, nos lo echamos a nuestra espalda como una enorme experiencia que nos hará en adelante más seguros en la montaña. Nos ha costado, no ha sido un año fácil, con algún intento abortado por la climatología, pero estamos aquí, arriba, cansados pero inmensamente felices. La sonrisa en nuestros semblantes se hará imborrable a la mañana siguiente, ya en la seguridad del campamento base, descansando y con la mente ya puesta en el nuevo intento al Tupungato.

Pero antes tenemos que bajar a la civilización. 36 kms. de regreso a Puente del Inca, dejando atrás nuevamente un cielo encapotado que no presagia una vida fácil para los que se han quedado en Plaza de Mulas. El deshielo del glaciar de los Horcones Superior nos lo pone entretenido.




Acabando los últimos restos de comida: un brik de tomate frito y unas bolsitas de ketchup: más justos no podíamos haber calculado la comida y los días de estancia máxima en esta montaña. Al final fueron más de los que esperábamos.
  
Y saliendo del Parque Provincial Aconcagua, menos de siete horas después de abandonar el campo base y poco tiempo antes de alcanzar la carretera, la felicidad que ocupaba nuestras almas era, sencillamente, total y absoluta, rebosando por cada poro de nuestra piel. Habíamos sido capaces de hacer lo más difícil: iniciar nuestro camino, ahora ya solo teníamos que seguirlo. 


29 de noviembre de 2021

Erosión eternamente fugaz

Que el tiempo es relativo ya lo sabemos todos. Lo que para nosotros es una vida laaaarga cuando pensamos en algunos seres vivos, para otras criaturas o sucesos de la naturaleza pudiera ser sencillamente un instante efímero.

¿Por qué digo esto? Porque ayer, caminando por una garganta de Gredos, un buen amigo me enseñaba rincones donde la erosión va rebañando poco a poco algunos taludes fluviales, arañando piedra a piedra, desmoronando tierra y dejando en precario equilibrio algunas rocas de gran tamaño. Me señalaba los cambios ocurridos en el trazado de las sendas porque la erosión se había merendado un tramo de las mismas, así como restos de antiguas vallas de piedra que el tiempo y el desgaste han acabado precipitando a los tumultuosos ríos de montaña. En un momento dado me llevó hasta un tramo del camino, hoy en desuso, donde un bloque enorme permanecía suspendido sobre el cauce de un arroyo, en un delicado equilibrio que nos haría pensar a todos que en cualquier momento se iba a precipitar hasta el lecho del mismo, bastantes metros más abajo. Eso mismo pensé yo y así se lo expresé, a lo que él me contestó que ese bloque seguía exactamente igual desde 2005, cuando él lo vio en la misma posición por primera vez. Increíble. 

O no tanto, pensé yo de pronto.

Porque aquello me recordó al instante una anécdota que nos puede describir fielmente la lentitud con que algunas veces se producen los procesos erosivos en la naturaleza, y, por extrapolación, lo relativo del tiempo. El mítico fotógrafo de montaña Galen Rowell fotografió en 1975 un grupo de porteadores pakistaníes caminando a lo largo de un abrupto sendero cortado a pico sobre un terreno absolutamente descompuesto que se precipitaba sobre las rugientes aguas opacas del río Braldu, en plena cordillera del Karakorum. Es una fotografía que yo pude ver y disfrutar en varias publicaciones a finales de los 90. Y sí, se me quedó grabada en la cabeza para siempre. Imposible no imaginarme a mí mismo caminando por aquellos desolados y paupérrimos parajes rotos donde la historia del alpinismo mundial escribió grandes e inolvidables páginas, enormes gestas de irrepetibles alpinistas en montañas que parecieran existir solo en nuestros sueños. Cada punto del recorrido a lo más profundo y salvaje del Karakorum me lo conocía al dedillo muchos años antes, incluso, de llegar a Askole, la minúscula aldea a partir de la cual ya no se podía avanzar más sino era caminando.

El caso es que 26 años después de que Galen Rowell tomara aquella fotografía, yo iniciaba junto a dos compañeros el mismo recorrido; y en mi mente seguía grabada aquella foto. A cada recodo del camino, en los lugares más abruptos, escudriñaba el sendero hasta que localicé el mismo recoveco inmortalizado por aquel genio de la fotografía. No me lo podía creer y, de hecho, hasta no estar de regreso en mi hogar no estuve convencido de haber dado con aquel rincón exacto. Junto con las imágenes de los grandes ochomiles que había fotografiado estaba casi ofuscado por la foto de aquel recodo que parecía desmoronarse por momentos. Y cuando tuve por fin la diapositiva en mi despacho sobre una mesa de luz y la pude observar detenidamente con una lupa cuentahilos no daba crédito a lo que veía. "Luces de montaña" al lado, abierto por la página 148, ya mostraba entonces muchas de las piedras que aparecerían en mi transparencia de 35 mm casi tres décadas más tarde.

Yo miraba una y otra imagen y no podía más que sorprenderme al comprobar que un número realmente elevado de piedras de pequeño y mediano tamaño siguieran tantos años después aguantando sujetas por una mísera capa de tierra y arena que parecía deshacerse entre las manos. Poco había cambiado en aquel tiempo transcurrido ese tramo del sendero. Muy poco.

Podéis comprobarlo por vosotros mismos buscando detenidamente las coincidencias en el foto-montaje superior, aunque no soy tan malo y, pensando en los que ya sufráis de vista cansada y en los impacientes, os ahorraré el suplicio dejándoos parte del trabajo hecho en la imagen de debajo, donde podemos ver de un simple vistazo la importante cantidad de piedras que todavía se aferraban al abismo, inmutables en el tiempo, cuando yo tuve la fortuna de caminar por aquellos mismos lugares.

Viendo esto parece evidente que el tiempo en la naturaleza y en la vida se vuelve relativo, y que nuestro parecer al respecto solo puede ser considerado como subjetivo. Nosotros, al final, nos tenemos que reconocer como unos seres con vidas incuestionablemente cortas en medio de una naturaleza y un tiempo eternos. ¿En realidad se desmoronan rápidamente las laderas como de azúcar que dominan las orillas del río Braldu?, ¿o, por el contrario, lo hacen lentamente? Pues depende de los ojos con los que lo observemos. Quizás la respuesta sea que su tiempo es, sencillamente, a la vez eterno y fugaz.

20 de noviembre de 2021

El momento de las cabras

Para los amantes de la naturaleza hay momentos a lo largo del año que tienen un protagonista inequívoco. Pasa con la berrea del ciervo, con la llegada de las aves migratorias en bandos espectaculares hasta nuestros humedales, con los cantos de los pequeños pájaros cantores en primavera. En Gredos, el mes de noviembre y parte de diciembre es el momento de las cabras monteses (Capra pyrenaica victoriae), sin ningún género de dudas. Coma cada año, con el permiso fotográfico que me exige el Parque Regional de la Sierra de Gredos guardado en la mochila, me acerco a la sierra para reencontrarme con estos colosos espectaculares.




Incluso ya en octubre podemos observar ciertos comportamientos que nos indican que se están calentando los motores. Los grupos de machos, que hasta entonces se han mantenido compactos y segregados de las manadas de hembras y chivos, comienzan a disgregarse y a acercarse a estas últimas. Entre ellos podemos observar tensiones por delimitar su situación en una jerarquía cada vez más marcada: caminan en paralelo a veces largos trechos, al tiempo que se empujan con sus cuerpos, se frotan unos contra otros, se intentan echar la zancadilla utilizando para ello su cornamenta, molestándose, se producen los primeros combates a testarazos, ... se están midiendo, en definitiva. El celo está comenzando, pues, y su comportamiento de cortejo supone un atractivo al que no me quiero resistir. Además, con la llegada del invierno estos viejos machos presentan el pelaje de un color casi negro por completo, lo que a mí personalmente me resulta mucho más hermoso que el marrón que muestran con la muda de verano.

Así pues, este momento del año es el momento de las cabras monteses. No hay excusa para no acercarse un otoño más a patear entre el granito gredense en busca de esas fotos que nos pintarán una sonrisa en la cara.



Todos los años regresamos a estos rincones, yo y otros muchos fotógrafos de naturaleza, con la esperanza de poder fotografiar algún combate entre dos grandes sementales, parejos, con fuerzas y cabezonería similares. Dos machos que se peleen en una zona abierta, sin interferencias de matorrales o pequeñas piedras que "ensucien" las tomas, y a una distancia adecuada, además, para que ambos ejemplares entren en el encuadre de un modo correcto. Por supuesto, no es sencillo coincidir con todas esas circunstancias. Pero no importa si no somos testigos de alguno de estos combates, ello será motivo suficiente para buscar una nueva oportunidad y regresar. Simplemente con poderlos fotografiar ya es suficiente recompensa. Su belleza, su presencia, seria e imponente, compensará siempre cualquier madrugón. Delante de estos bichos nunca puede haber decepción.

Incluso los machos más jóvenes son atractivos para cualquier naturalista. Su comportamiento inexperto es algo diferente al de los grandes machos. Con pocas posibilidades de cubrir a las hembras cuando en las cercanías se encuentran uno o varios ejemplares de mayor edad, su estrategia pasa por insistir con todas las hembras desde el principio de la época de celo, quizás así, en un descuido de alguno de los sementales consiga alguna cópula. No será sencillo.


No muchas especies se muestran tan confiadas con el ser humano como las cabras monteses, y poder estar a poca distancia de cualquiera de estos individuos es un privilegio. Esto es posible solo en lugares concretos de su área de distribución, allí donde se han acostumbrado a la continua presencia de excursionistas y caminantes, conocedoras de que estos no representan ningún peligro. O eso creen ellas, porque no podemos olvidar que, increíble y lamentablemente, este Parque Regional es, además, Reserva Regional de Caza y, como matadero que es, a ella viene también mucha testosterona a divertirse con sus rifles, haciendo lo que mejor saben hacer para demostrar su virilidad: matando. Por suerte, en otras zonas del área de distribución de la especie menos transitadas por humanos, la cabra montés se muestra mucho más arisca y precavida ante nuestra presencia; obviamente, por la cuenta que le tiene. Aquí, donde te puedes acercar a escasos 10 metros de estos machos, la caza es un simple ejercicio de ejecución, sin escrúpulos ni sensibilidad. 

Pero abstraigámonos ahora de estas prácticas que considero (yo e infinidad de gente) inaceptables en pleno Espacio Natural Protegido. Aquí las cabras nos miran casi anodinamente, nos observan sin temor y nos permiten deambular alrededor del rebaño sin que les cause mayor preocupación, siempre y cuando nos movamos sin brusquedades. Ellos, los machos, están a lo que hay que estar en época de celo, van y vienen olfateando a las hembras para confirmar si están o no receptivas, con intención  de cubrirlas. Con la cola levantada desprendiendo sus efluvios se acercan a unas y otras para comprobarlas, poniéndoles posturitas y haciéndoles carantoñas como para convencerlas.

Ellas, por su parte, van a su bola también, sin hacer todavía ningún caso a estos insistentes machos. Comen, se tumban a rumiar, descansan, siguen comiendo. Aún no ha llegado el momento, es un poco pronto todavía. Las cubriciones vendrán más adelante. "No seáis pesados", parecen pensar ellas, "qué cansinos".



En general, las hembras suelen estar más atentas que los machos a la gente por si representáramos o no un cierto peligro para sus crías. Estas ya tienen una edad aproximada de medio año, más o menos, pero la relación que mantienen con sus madres sigue siendo a estas alturas muy estrecha, no separándose apenas de ellas aunque ya pasten de manera habitual y hayan cobrado una cierta independencia. Los mimos y lametazos que les prodigan las cabras a sus chivines refuerza esa relación maternofilial y cuando sestean siempre lo hacen uno junto al otro. Los cabritillos parecen a veces clones en miniatura de sus madres.


Cuando paren en primavera, las cabras se alejan a roquedos bastante inaccesibles y no resulta nada sencillo poder fotografiar a los pequeños, pero a estas alturas del año ya sí. Las madres realizan con ellos sus trasiegos cotidianos y en las regiones muy transitadas por excursionistas no es extraño que mantengan distancias relativamente cortas entre la unidad familiar y la gente. Es una delicia ver cómo estos pequeños se desenvuelven entre las piedras junto a sus madres y a otros compañeros de juegos. Se puede apreciar incluso la diferencia de edad entre unos y otros, pues con estas edades crecen rápido y las diferencias físicas se vuelven ostensibles. Es imposible no quedarse embobado con ellos.




Pero si esta época atrae a muchos naturalistas y fotógrafos a las sierras es para observar los cortejos de la especie, por supuesto. Y entre siesta y siesta, ...



... no dejarán de regalarnos toda esa serie de posturas rituales mientras van de una hembra a otra, testando su posible estro.

Comienza el espectáculo.



5 de noviembre de 2021

La cuestión del lobo, resumiendo

Con el paso de los años se hace patente la notable evolución que han sufrido los contenidos de Cuaderno de un Nómada. Obviamente no ha sido algo premeditado, y en este caso ha sido el propio camino el que va marcando el destino, y no al revés.

Aunque la naturaleza y su observación, así como una cierta labor de educación ambiental, formaron parte esencial de la filosofía de este espacio desde sus inicios, es en los últimos años cuando se está haciendo más notorio, a la vez que pierden peso otro tipo de propuestas. Y de entre los temas más recurrentes que encontramos en estos últimos tiempos, sin duda, la problemática que rodea la presencia del lobo en nuestro país sobresale por méritos propios. Ya lo siento yo; me hubiera gustado que la conservación de esta especie no hubiera necesitado nunca de tanta tinta vertida, pero la tinta se vierte exactamente en la misma medida en que lo hace también su sangre. Y creerme, no es una frase petulante.

La primera ocasión en la que me sentí en la obligación de denunciar su situación fue en un lejano 24 de enero de 2013, pero no porque no hubiera sobrados motivos para haberlo hecho antes -siempre han existido demasiadas razones para denunciar su linchamiento-, sino porque este espacio en la red nació con otro enfoque. Me vais a permitir que me extienda un poco en recordar la situación que motivó aquel primer río de tinta.

Aquel artículo de opinión inaugural lo titulé Picos de Europa entre bambalinas, y en él denunciada la ignominiosa gestión que la dirección del Parque Nacional de Picos de Europa (PNPE) venía desarrollando de la especie. La muerte en un espacio de tiempo de solo seis meses de dos lobos a manos de la propia guardería del PNPE y de la Junta de Castilla y León fue la gota que colmó el vaso de todo lo asumible. ¿Y por qué? Porque ambos ejemplares habían sido radiomarcados con collares GPS-GSM en un costoso estudio científico costeado con dinero público. Todos los que conocemos la enconada persecución institucional a la que se somete al lobo sabíamos que aquellas investigaciones auspiciadas por el propio PNPE pretendía ir más allá del mero conocimiento científico como herramienta de conservación, y buscaba en realidad un mayor control sobre el cánido para aumentar la efectividad en su persecución. Aquellas dos muertes demostraron el descontrol de los controles ejercidos dentro del Parque Nacional, ya que no estaba premeditado que los lobos eliminados fueran aquellos dos radiomarcados. El suceso fue escandaloso como pocos, además de infame y sancionable en manos de un juez responsable ya que matar por error un lobo con collar puede ser considerado un accidente, pero dos .... en fin, se hace muy difícil pasarlo por alto y es, como mínimo, una negligencia grave que supuso un claro despilfarro de dinero público (500.000 €). Sin embargo, vergonzosamente nadie dimitió por ello ni fue sancionado.

Estos lamentables hechos se vinieron a sumar a la injustificable muerte a golpes de una camada compuesta por siete lobeznos de pocos días de edad, unos años antes, en 2004, por el propio biólogo del PNPE encargado de la conservación de la especie, el conocido "experto" en lobos Sr. Borja Palacios Alberti. Este primer suceso, a pesar de los 8-9 años transcurridos hasta la muerte de los dos lobos radiomarcados (uno en agosto de 2012 -conocido como Marley, y cuya muerte dio lugar a la aparición de una ONG con dicho nombre- y el otro en enero de 2013), no se había olvidado aún en 2013 y aún hoy en día se hace imposible hacerlo, persiguiendo con seguridad al mencionado Borja Palacios (prefiero quitarle el apelativo de Sr.) toda su vida dado que, entre otras cosas, no existía ningún permiso oficial para eliminar la camada, siendo por lo tanto una decisión personal. Fue denunciado, obviamente, pero la jueza, en una sentencia que nadie comprendió y que se viene a sumar a otras con similares resultados, decidió archivar la denuncia al no considerarlo "un acto grave" puesto que la propia administración del parque ya estaba realizando controles sobre la especie. Para la dirección del parque tampoco debió ser ningún problema mantenerlo como Técnico de Conservación, siendo posteriormente durante algún tiempo incluso el Secretario del Patronato, lo que deja a cualquiera estupefacto: no solo no se le había expulsado del PNPE, sino que seguía siendo alguien relevante en el mismo. En el siguiente enlace, publicado muchos años después (en 2018) en La Nueva España sobre el rechazo de los ganaderos al Parque Nacional, podemos leer un último párrafo que no deja lugar a dudas sobre qué continúa opinando este biólogo sobre cómo se debe conservar la especie: "La grata sorpresa de la mañana la dio el Sr. Borja Palacios, biólogo del Parque Nacional de los Picos de Europa, micrófono en mano, mostró su apoyo a las peticiones: controles efectivos de sus poblaciones en defensa del mundo rural". Sí señor, un nombre y unos apellidos que habrán quedado grabados a fuego en nuestra cabeza para siempre, y que nunca, nunca, nunca vamos a olvidar.

Poco más se puede explicar de la situación de extrema persecución institucionalizada que sufre la especie en este Parque Nacional, y solo resulta explicable porque es la propia dirección del parque la que tutela esta obscena manera de "conservar" la especie. Todo esto no puede ser considerado más que de indecente al tratarse del más emblemático Espacio Natural Protegido de nuestro país, con el permiso de Doñana y Ordesa, y ofende pensar que gente así rige sus destinos. 


No fue hasta el 9 de enero de 2016 cuando volvía a hablar del lobo para anunciar la apertura unos meses antes del Centro del Lobo Ibérico en Robledo, cerca de Puebla de Sanabria, en un post que titulé El gran proscrito. En aquella oportunidad me hacía eco, no solo de la posible labor divulgativa que el centro podía llevar a cabo sobre la realidad del lobo ibérico entre el público general, sino que lo hacía también sobre la paradoja de que dicha instalación hubiera sido puesta en marcha por una de las administraciones autonómicas que más daño a hecho a la especie, siendo responsable de continuos controles al sur del Duero, de cupos cinegéticos esquizofrénicos, de la sistemática y obsesiva persecución en las Reservas Regionales de Caza, que llegaban a rozar la psicopatía a pesar de que en ellas los ataques al ganado doméstico son prácticamente inexistentes, y de la manipulación de la opinión pública con informaciones falsas sobre el estado de conservación del lobo. Todo parecía, pues, obedecer a un simple lavado de imagen. 


Pero es a partir del 27 de noviembre de 2019 cuando mis referencias a su difícil conservación aumentaron considerablemente. En la entrada titulada El lobo, o justificar lo injustificable describía las incongruencias en las que caen quienes quieren justificar la eliminación de los lobos incluso cuando estos se alimentan de animales silvestres. Se les cae así su necia máscara de los amantes de la naturaleza, y quedan en evidencia que lo son solo del gatillo, puesto que si antes alegaban que había que cazarlos allí donde comía ovejas, ahora también lo piden en donde se alimenta de herbívoros silvestres. Así, en el Parque Regional de la Sierra de Gredos se llevó a cabo una deplorable campaña de criminalización del carnívoro para justificar su persecución. Su pecado: alimentarse de cabras monteses. Estaban allanando el camino para que se aceptara su eliminación también en este ENP. Lo que debería ser una buena noticia porque NO se alimentaba de ganado doméstico, resultó ser justificación suficiente para, de nuevo, continuar con su persecución. Otra incoherencia bochornosa.


Sobre el nefasto manejo que viene haciendo de la especie la Junta de Castilla y Léon y que ha acabado en varias ocasiones en los tribunales me desahogué en Un cuento de lobos, jueces y políticos, donde quedan en evidencia las recurrentes extralimitaciones en las que incurre esta administración autonómica en relación con la gestión letal que hace del lobo, y que a menudo se acaban dirimiendo en los tribunales de justicia. En materia de medioambiente son muchas las veces en las que son los jueces los últimos y verdaderos garantes del interés general, resolviendo sobre las recurrentes denuncias de la sociedad civil, ya que nuestros políticos y sus técnicos parecen estar mucho más preocupados por ciertos intereses sectoriales, particulares o de partido. En el caso del modelo de gestión letal del lobo en Castilla y León esto se hace muy patente. El TSJCyL declaró en 2020 ilegal los planes de Aprovechamientos Comarcales del Lobo al norte del Duero para las temporadas 2016-2020. No podemos olvidar que también fueron los tribunales los que tuvieron que indicarle a la JCyL que el lobo no era una especie ni cinegética ni cazable, y que incluso el mismísimo Plan de Conservación y Gestión del Lobo en CyL fue anulado también por el citado TSJCyL, y que su sentencia fue confirmada por el Tribunal Supremo en 2018. Sobre algunos flecos de estos disparates administrativos y políticos podéis leer la entrada del 3 de enero de 2020.


Sumamos y seguimos, esta vez con una entrada fundamental. En el artículo publicado el 30 de septiembre de 2020, El lobo y el conflicto de las cifras, trataba la polémica que siempre suscita la cifra real de lobos que puede haber en nuestro país. Todos los que conocemos bien el conflicto que provoca la conservación de esta especie sabemos sobradamente que las cifras oficiales que estiman el número total de ejemplares se inflan malintencionadamente. Esto se hace por varios motivos: para justificar los controles poblacionales; para esgrimir su hipotética expansión; además para argumentar que ha sido la caza la que ha permitido dicho crecimiento; y, por supuesto, para elevar los cupos de precintos cinegéticos. En definitiva, para justificar su cacería. Pues bien, en esta ocasión hago un análisis de la evolución histórica y reciente de la especie y del probable estado actual REAL, en base a criterios científicos reconocidos internacionalmente, desmontando las cifras sobredimensionadas que groseramente las administraciones airean a los medios de comunicación. La media de ejemplares por manada admitida internacionalmente por la comunidad científica oscila entre los 4 y los 5 ejemplares, peeeeero ... en España nuestras administraciones han venido barajando cifras de 8-10, lo que duplica la estimación final. Por poner un ejemplo explicativo, en el censo de manadas de 1988-89 se localizaron 294, pero 26 años después, en la estima de 2014-15 se contabilizaron 297: en un cuarto de siglo largo solo había crecido la población en 3 grupos, pero el número de ejemplares casi se había duplicado según las cifras oficiales aireadas por políticos mentirosos. Es más, incluso el número de grupos puede ser puesto en duda, en tanto que en no todos ellos se pudo constatar reproducción, requisito que internacionalmente se considera necesario para que científicamente se contabilice a un grupo con tal. Algo no cuadra, obviamente. La tan cacareada expansión se convierte así en un claro estancamiento como consecuencia de la continuada rabiosa gestión letal que las CCAA ejercen compulsivamente.


En Política, ideología y fantasía, publicado el 28 de noviembre de 2020, trataba la paralización del trámite reglado para la inclusión de Canis lupus signatus en el LESRPE. Parece que proteger al lobo resta votos y nadie quería asumir esta bronca social.


Especialmente relevante resulta también la cuestión tratada el 7 de diciembre del año pasado: las implicaciones reales que tiene la continua muerte de lobos, tanto a nivel biológico para la especie, como para los ecosistemas o el propio sector ganadero. En La caza del lobo, ¿de qué estamos hablando? repasaba algunos de los problemas que sobrevienen tras estas matanzas sistemáticas e indiscriminadas, como la desestructuración de los clanes familiares, el incremento de los ataques al ganado como resultado de dicha desestructuración, la pérdida de "músculo" depredador que dificulta a las manadas la caza de herbívoros silvestres peligrosos o difíciles (ciervo, jabalí,...) y que condena a algunos grupos a fijarse precisamente en el ganado doméstico, el subsiguiente temido aumento de la conflictividad social, la propagación de enfermedades infecciosas entre la fauna silvestre, y el salto de estas al ganado doméstico, el desequilibrio del ecosistema, la proliferación de mesodepredadores que afectan, a su vez, a terceras especies y que acaban repercutiendo negativamente también sobre la cubierta vegetal en un efecto en cadena, los perjuicios derivados del aumento demográfico de herbívoros silvestres para los agricultores, o el empobrecimiento genético del lobo ibérico, cuya población actual desciende de unos 50 ejemplares solamente.


Pero si resulta fundamental conocer las consecuencias que derivan de la caza del depredador tratadas en el post previo, mucho más importante es aún conocer el alcance real del furtivismo, siempre ninguneado por unas administraciones que nunca lo han perseguido. Y digo que es más relevante aún porque este tipo de delincuencia representa el principal factor en la muerte del lobo ibérico. El 1 de febrero de 2021 publicaba Lobos, furtivismo y la cuenta la vieja, intentando poner una cifra a la invisible, pero descomunal, pérdida de ejemplares que cada año tiene que soportar la población española de este cánido. Hay que decir que esta cifra nunca fue tenida en cuenta por las CCAA a la hora de elaborar sus ya macabros programas de control preventivos y/o explotación cinegética del lobo, con lo cual eran ejemplares que morían y se sumaban anónimamente a los cazados legalmente, a los que morían por causas naturales, y a los atropellados. La cifra resultante pone los pelos de punta. Partiendo de datos oficiales es sencillo inferir el número de individuos que deben morir ilegalmente cada año. La cifra resultante es comparada con otros datos oficiales parciales (locales o regionales) que vienen a confirmar que cada año del orden de entre 500 y 700 lobos mueren ilegalmente por la mano del hombre, incluidas las camadas de cachorros que son eliminadas en sus cubiles (como la de nuestro amigo biólogo). Esta altísima cifra está detrás del evidente estancamiento de la población del cánido, y que, como ya hemos visto arriba, pasó en 26 años de contar con 294 manadas, ocupando una superficie de unos 100.000 kilómetros cuadrados, a 297 en unos 80.000 kilómetros cuadrados. 


Continúo. El 5 de febrero de este mismo año me hacía eco de la aprobación de inclusión de Canis lupus signatus en el famoso LESPRE en todo el territorio nacional, en el artículo que titulé El lobo, aquel gran proscrito, quedando a la espera de que apareciera publicado definitivamente en el BOE, algo que debería haber sucedido en un plazo de tiempo de entre uno y dos meses.


En ¿Radical yo, Odile?, que subí el 4 de marzo venía a dar respuesta a una entrevista publicada en un periódico local a una de las hijas de Félix Rodriguez de la Fuente en la que ella, a raíz de la inminente nueva situación legal del lobo en todo el territorio nacional, calificaba de radicales a quienes defendemos dicha medida de protección. Además, la entrevistada predecía una más que probable represalia del sector ganadero contra la especie como efecto rebote a su inclusión en el LESPRE. Sin duda, tildar de radical a quien opina diferente resulta muy injusto, cuando no extremista y sectario. Roza la intolerancia, por lo que yo le aconsejaría ser más cuidadosa con los términos usados. En cualquier caso, es ella misma la que da pistas de quién es en realidad aquí el radical cuando predice una revancha del ganadero si se hace efectiva dicha protección legal. Ella parece olvidarse, además, de que dicha hostilidad contra el lobo se lleva practicando siglos, no siendo algo nuevo, sino el modus operandi desde tiempos ancestrales. Es precisamente porque existe esa ira desde siempre, y porque en los últimos años se ha intensificado, que se ha vuelto más necesario que nunca incluir a Canis lupus en el listado, YA, de un modo urgente. Aducir que su inclusión provocará un efecto rebote perjudicial, es simplemente ponerse de perfil ante el alcance real de la fanática persecución que sigue sufriendo por parte de cazadores, ganaderos y administraciones regionales. Haría muy bien Odile en leer la entrada de este blog que trataba el tema del furtivismo para comprender que la protección integral se hacía imperiosa para que, al menos, las administraciones no continuaran con la delirante sangría que han venido llevando a cabo durante medio siglo.


El 14 de mayo, añadía un nuevo post sobre la especie titulado De cobardía, en el que no podía por menos que criticar la lamentable prórroga de varios meses en la publicación en el BOE de la inclusión del lobo en el LESPRE, y que parecía obedecer a una falta de valentía en rematar el trámite reglado que se han visto obligados a realizar, no por iniciativa propia, sino por imposición de UE, y que supuso, obviamente, que siguieran muriendo más animales durante esa ampliación del plazo.


El 11 de septiembre me hacía eco de las opiniones de algunos ganaderos sobre este gran carnívoro en El lobo y el ganadero, y en las que podemos comprobar cómo diversos profesionales de la ganadería no solo consideran posible la convivencia del ganado y el lobo, sino que lo demuestran en su día a día desde hace años. Testimonios que confirman que quien quiere puede mantener sus rebaños en extensivo en tierra de lobos sin que estos le provoquen bajas en la cabaña. Más claro y alto no se puede decir. Estos ejemplos ilustran claramente que lo que enturbia la cuestión es simplemente el odio cultural que arrastra el depredador y que en la actualidad alimenta un conflicto que solo puede ser calificado de mediático y político. 


La siguiente ventana abierta a la actualidad del lobo venía irremediablemente a colación de la definitiva publicación en el BOE de la nueva cobertura legal de Canis lupus signatus. La tan esperada publicación se hizo efectiva el día 21 de septiembre, y esa misma mañana publicaba Reflexiones, el lobo y su nueva situación legal. El temido día para unos de su efectiva protección, fue para otros muchos una inolvidable jornada que no dudamos en considerar de histórica, tras décadas denunciando la pervertida persecución que las CCAA habían normalizado en sus territorios, donde la "excepcionalidad" de los controles letales se había generalizado con la más insultante desfachatez. El día a día de la gestión del lobo hasta ese día había estado constituido por los controles letales -a veces incluso "preventivos", sin esperar si quiera a que se produjeran perjuicios en las cabañas ganaderas-, cupos cinegéticos desaforados, ejemplares tiroteados por funcionarios en ENP (incluso al sur del Duero) y en las RRC porque se alimentan allí de ciervos, jabalíes o cabras monteses o la vergonzosa dejación de funciones crónica en la persecución del furtivismo. Aquella situación había que atajarla, y por fin se hizo.




Histórica, sin duda. Esa fecha no se olvidará en las generaciones futuras y marcará un antes y un después en la conservación de la biodiversidad de nuestro territorio, además de representar un punto de inflexión en la visión que la sociedad debe tener respecto de lo que representa, no solo la gestión letal para esta especie, sino incluso nuestra relación con el resto de la naturaleza.

En Parte del problema, publicada el 27 de septiembre, trataba algunos aspectos del conflicto social que rodea a esta especie donde diversos actores se suman y complican casi cualquier entendimiento: medios de comunicación, sindicatos agrarios y políticos mediocres. Así, la Junta de Castilla y León, lejos de apaciguar los ánimos e intentar acercar posturas, mediando entre unos y otros, se sitúa del lado oscuro y miente a la sociedad cuando, por ejemplo, transmite a través de la televisión pública autonómica cifras falsas del número total de lobos presentes en la comunidad. Esta administración regional se ha opuesto desde siempre a la protección del mismo para no perder los votos del sector agropecuario, y ha dejado de ser garante de la conservación del medioambiente castellano leonés. En realidad, nunca lo fue, los continuos y numerosos juicios perdidos ante las denuncias de las organizaciones ecologistas así lo demuestra. Las cifras que vimos en aquellos noticiarios autonómicos indicarían que cada una de las 179 manadas que pudiera haber en nuestra comunidad (si es que alguien se cree de estos mentirosos también este dato) tendrían 8'9 lobos, lo que supone una discrepancia frontal con lo estimado por la comunidad científica internacional, como ya hemos visto más arriba. Es más, ni siquiera se alcanza en todo el territorio nacional esa cifra de 1600 ejemplares antes de los partos.


Sin embargo, no podemos olvidar que para muchos conciudadanos del ámbito rural el nuevo paraguas legal que protege al lobo supone para ellos, desde su punto de vista, un ataque directo a sus intereses y harán lo posible por hacerse oír, al menos. Está en nuestra mano seguir explicando a la sociedad la realidad del conflicto con datos reales y contrastados, e intentar hacerles comprender que el enemigo no es el lobo, ni los conservacionistas, sino el inmovilismo en el que se encierra gran parte del mundo rural y las arengas cizañeras de administraciones y sindicatos agrarios. Y no lo digo yo solo, lo explicaba muy bien uno de los ganaderos de la citada entrada titulada El lobo y el ganadero: "Pero no, es muy fácil echarle la culpa al lobo, usarlo como chivo expiatorio para no sentarse a hablar entre todos del futuro de la ganadería extensiva, de las pequeñas explotaciones, de los pueblos ... / ... Yo entiendo que mi padre y la gente de su edad en aquellos tiempos quisieran matar al lobo, pero, hombre, no sé, o evolucionamos y progresamos y entendemos lo que es el equilibrio en el campo, la defensa de la biodiversidad y de la agricultura y ganadería en extensivo ... o nos la pegamos ..., y nos tiramos todos por el barranco."


Una última entrada titulada La sandez de la semana me servía el 31 de octubre pasado para hacer ver al lector lo peligrosas que resultan las palabras inadecuadas en boca de algunas personas. Si cuando debemos mediar en las discrepancias no dejan de aparecer personajes como el que motiva dicha entrada, va a resultar muy difícil que alcancemos nunca la deseada convivencia, no solo entre la gente del campo y la especie, sino entre el mundo rural y el conservacionista. Resultan tremendamente dañinas las palabras cuando son escupidas por personas malintencionadas o ignorantes. Ya lo dijo Ramond Llull hace siete siglos: "La palabra es el arma más poderosa". El daño que se continúa infringiendo a la especie, no ya con el rifle, sino con las palabras vomitadas por personas con cierta proyección social es enorme y con seguridad mayor que la de la propia bala, porque lo que provocan es odio. Odio siempre maquillado por expresiones como "... nosotros no pedimos su exterminio, pero ...", o "... a nosotros nos gusta mucho también el lobo, aunque ...", o aquella recurrente de "... solo queremos que viva donde deba y pueda vivir". Lo malo es que son muchos los personajes como el del artículo que, creyéndose en posesión de la única verdad, dejan caer frases lapidarias y sensacionalistas como la aparecida en un periódico Castellano-leonés de boca de este sujeto cuando advierte "Que a nadie se le olvide que el lobo es un animal precioso -¿veis? ahí nos ha soltado la frase-maquillaje-, pero si tiene hambre se puede comer a un niño" y que igualmente repitió en un programa de TV autonómico en hora de máxima audiencia, al tiempo que aprovechaba la oportunidad que le brindaba aquel medio de comunicación para alarmar más aún vinculando la existencia del lobo con la transmisión de enfermedades peligrosas al ganado o las personas. No podemos dejar de pensar que esta afirmación era claramente malintenciada, porque por su profesión -veterinario- no puede ser un ignorante de que son precisamente los depredadores los que minimizan, limitan y/o impiden la expansión de enfermedades peligrosas entre los herbívoros silvestres y de estos al ganado doméstico. En mi opinión hay que ser un sinvergüenzada para lanzar al aire semejante relación entre lobos y transmisión de enfermedades.


Visto cómo sigue el ambiente de caldeado vendrán más entradas sobre este bello animal. Por desgracia, seguro que muchas más. Quedan, además, importantes temas que ir desgranando, como la responsabilidad real de los perros en muchos ataques al ganado, al ser atribuidos siempre ipso facto a su antecesor salvaje. O la de la prensa en la magnitud del conflicto. O la deuda que tiene la picaresca de los paisanos en la dimensión del problema, al constituirse en muchas ocasiones en amplificadores de mentiras, exageraciones y suposiciones sobre la autoría o la realidad de los sucesos. O sobre el fraude generalizado en el entorno rural, donde es habitual que las reses muertas por otras causas sean abandonadas en el campo para que sean carroñeadas por el depredador y poder, así, atribuirle su muerte y cobrar una indemnización fraudulenta; o cuando se pretende cobrar dos veces una indemnización haciendo pasar por ataques diferentes lo que en realidad debería ser solo un expediente; o el vergonzoso y delictivo caso de los potros pequeños comprados por poco dinero y abandonados a su suerte en la montaña para cobrar una indemnización muy superior al de su compra si aparecen muertos y carroñeados por el depredador, etc.

Si sobre algún animal se han vertido a lo largo de los años ríos de tinta ese ha sido, sin duda, sobre el lobo. Pienso que estos 16 post (incluido este que estás leyendo) que han ocupado un espacio en este diario virtual constituyen una radiografía fiel a la realidad. Suponen en su conjunto un análisis, creo que certero, de porqué levanta pasiones. Puesto que vivimos en una sociedad ya mayoritariamente conservacionista, que ampara unos valores ambientales mucho más respetuosos que los que mantuvimos en el pasado, ya no se entiende que la muerte de lobos sea la única manera de relacionarnos con la especie. La sociedad ha evolucionado y no comprende que algunos sectores del mundo rural, cinegético y político se anclen al pasado, cuando la persecución del cánido era una cuestión de supervivencia. Esa obsesión por seguir aniquilando al padre de nuestros perros ya no tiene cabida en la concepción del siglo XXI, como no lo tiene seguir matando rapaces o linces, por ejemplo, lo que hoy en día a todos nos parece una barbarie, horrorosa y sin sentido. Sin embargo, rapaces, linces o lobos comparten los mismos cometidos ecosistémicos que los vuelven imprescindibles para el mantenimiento medioambiental. Si todos ellos fueron calificados de alimañas en el pasado, ¿por qué, entonces, solo al lobo se le sigue gestionando como tal?

NOTA: Con posterioridad a la publicación de este post, aparece la entrada El lobo, i-responsable, publicada el 31 de enero de 2022, en la que podemos comprender cómo se imputan a este animal más perjuicios de los que realmente le corresponden, y cómo nuestra gestión de la especie y nuestra relación con ella adolece de una gran falta de información científica y estadística sobre esa responsabilidad.

Además, el 22 de abril de 2022 publico una más titulada Patética Jara y Sedal en la que critico esta a revista cinegética ligada a RTVE por el uso del miedo como herramienta para luchar contra la nueva protección del lobo, mintiendo respecto del peligro real que supone para el ser humano la presencia de este cánido, presentándolo como animales devoradores de niños.

En otra nueva entrega sobre este animal, el 20 de diciembre de 2022 añado otra titulada Hablemos de política en la que repaso el uso político del conflicto que rodea al lobo por parte de nuestras autonomías como herramienta de manipulación social para alcanzar objetivos partidistas, situándolo en el centro del debate político de un modo irresponsable e injusto.

Como un goteo seguirán apareciendo nuevas entradas sobre el lobo. El 19 de abril de 2023 en ¿Ninguneamos el furtivismo? se hace hincapié en la ausencia de persecución de este tipo de delincuencia por parte de las CCAA, centrándonos en cuestiones relacionadas con Asturias y Castilla y León, a pesar de la nueva cobertura legal que el LESRPE otorga a la especie. Y tan solo unos días después, el 10 de mayo, hacíamos un repaso de cómo trabajan algunos furtivos en la Cordillera cantábrica, en un post que titulamos Caza, furtivismo y descontrol, donde podemos comprender la impunidad que sienten muchos cazadores para actuar fuera de la Ley en las montañas cantábricas, pero también en otros puntos de nuestra geografía. 

En la entrada ¿Parque Nacional ... de los Picos de Europa? revisábamos algunas de las cifras de lobos muertos masacrados en el único Parque Nacional español que durante muchos años tuvo entre su fauna a esta especie, para vergüenza de sus gestores y los biólogos que debían conservar y proteger un bien común y general de todos los españoles, anteponiéndolo a los intereses sectoriales privados de un colectivo. Estos datos los conocimos públicamente gracias a un informe que hacía balance del número de lobos muertos desde 1986.

Y en cuanto a vergüenza ajena es la que dio la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos, cuando publicó una nota de prensa a favor del control de lobos y de la que obviamente me hice eco en la entrada Vergonzosa FCQ, y en el que era imposible no criticar una posición tan antiecológica e interesada, y que dejaba a la citada fundación a la altura de cualquiera de los sindicatos agrarios que vociferan en contra de la existencia del lobo. Tristísimo que esto suceda con una entidad que se autodefine como conservacionista y preocupada por la biodiversidad de nuestros ecosistemas.

El 24 de noviembre de 2023 publicaba Una carrera de fondo, artículo en el que criticaba la falsedad de los ambientes políticos y periodísticos cuando en muchas ocasiones trtan las noticias sobre el lobo con intereses particulares que nada tienen que ver con la verdad y el rigor periodístico, sino con los réditos políticos (votos) y económicos (espectadores/lectores), o incluso con la mera ideología conservadora capaz de anteponer medias verdaderas, verdaderas mentiras y falsedades absolutas con tal de gradar a un sector de la sociedad en contra del bien común que supone la conservación del medio ambiente y su biodiversidad.

En Observaciones de campo del lobo ibérico 2.0 invitaba a los lectores interesados a adquirir un nuevo libro sobre esta especie emblemática diferente a lo que habitualmente se publica sobre ella, editado y publicado por José Barrueso Franco, sin duda un gran conocedor de la biología del lobo, pero también mucho más que eso, un apasionado naturalista que integra en su día a día lo que representa la educación ambiental, algo tan necesario hoy en día como a mediados del siglo pasado, a donde parece que hemos retrocedido en los últimos años.

El 5 de febrero de 2024 aparece una entrega más de la barbarie humana en la persecución del lobo, pero esta vez en unos países que se autodefinen como verdes y amantes de la naturaleza, vinculados a ella emocionalmente como ningún otro. En Escandinavia, ¿paraíso natural? destapo la máscara verde con la que se cubren su hipocresía, pues mientras se venden como enamorados de esa naturaleza de la que presumen masacran y exterminan sin piedad alguna al lobo en sus territorios.

Y solo unos días más tarde, el día de San Valentín, 14 de febrero, añado la entrada Administraciones, lobos y radiomarcaje, un coctel oscuro, en el que repasamos la última moda entre algunas de las CCAA matalobos de llevar a cabo un radiomarcaje masivo de lobos que, como mínimo, es opaco y rodeado de secretismo, y sospechoso desde el mismo inicio, dado que un porcentaje de animales con collares ya han muerto furtivamente o en circunstancias sospechosas y las aparentemente malas praxis de algunos de los investigadores encargados de las capturas y seguimiento. Todo lo que rodea estos proyectos no hace sino poner el foco en los motivos reales que pueden estar detrás de este nuevo interés de las administraciones lobicidas que lo llevan a cabo, y que nadie se cree sean precisamente destinados a proteger la especie.

El 27 de marzo tenía que volver a criticar la costosa ineptitud de las administraciones, en este ocasión del gobierno cántabro, que nos suponen a todos los ciudadanos un menoscabo económico cuantioso, pero sobre todo sabido de antemano, debido a las continuas costas judiciales que tienen que abonar. Cabrea mucho que seamos la sociedad civil la que tengamos que obligar a las administraciones a cumplir la Ley, pleiteando contra ellas dado que se empeñan en saltarse la Ley a la torera. En la entrada ¡Pero qué pesados! podéis comprender cómo funcionan estas odiosas administraciones que buscan las maneras de no respetar las leyes que protegen al lobo. Los tribunales no les preocupan, y perder los juicios tampoco, se los pagamos todos con nuestros impuestos, como en este caso flagrante en el que pretendían matar 10 ejemplares de lobos a pesar de ser una especie protegida. Miserables.

Mucho más que triste fue la entrada del 30 de junio de este 2024, titulada Los lobos hoy aúllan de tristeza al hacernos eco de la muerte del mayor referente español en la protección del lobo ibérico, a la altura de la defensa que hizo el mismísimo Félix Rodríguez de la Fuente. El 29 de julio fallecía el inigualable Luis Mariano Barrientos, vallisoletano que dedicó su vida por completo a la defensa y estudio de este depredador. Murió viendo al lobo protegido gracias a las acciones de ASCEL, asociación de la que fue cofundador y Presidente durante muchos años. Y murió tranquilo y satisfecho, sabiendo que dejaba una parte del trabajo hecho; pero se fue también sabiendo que solo habíamos ganado una batalla, siendo consciente que la guerra continuaría. Para los demás, para los que nos quedamos, el sentimiento de pérdida es enorme. Un referente se nos ha ido, y con él es inevitable sentirse un poco huérfanos. No te olvidaremos, y cada vez que veamos un lobo estarás presente en nuestros pensamientos.

¡Y cómo no! más de lo mismo: de nuevo una administración autonómica haciendo las cosas mal, muy mal. Tanto como para recibir otra nueva sentencia en contra de su nefasta gestión lobicida, esta vez del mismísimo Tribunal de Justicia de la Unión Europea. En el artículo de opinión del 30 de julio, y que titulé La junta de Castilla y León hizo las cosas muy mal, me hago eco de la sentencia que este alto tribunal europeo redactó en relación a la ley regional que la Junta de Castilla y León aprobó para declarar al lobo como especie cazable al norte del río Duero, y los consecuentes Planes de Aprovechamientos Comarcales del lobo para las temporadas cinegéticas siguientes, a pesar del informe existente en el que se indicaba que el estado de conservación de la especie era "desfavorable-inadecuado". El Tribunal de Justicia de la Unión Europea sentenciaba así que dicha Ley contravenía flagrantemente la Directiva Hábitats, y que por lo tanto nunca se debía haber aprobado. En fin, esto seguirá sucediendo muchas más veces, por dos motivos: primero porque nuestras administraciones gestionan lo público en función de los votos y de los intereses partidarios de los partidos políticos de turno, y segundo porque los juicios que pierden una y otra vez por hacer las cosas mal y en contra de la Ley los costeamos todos nosotros. El lobo es una herramienta política, arrojadiza como pocas, como lo es la inmigración, la vivienda o los derechos sociales, y mientras estos seres sigan gobernando, la política estará por delante del interés real de la sociedad. 

31 de octubre de 2021

La sandez de la semana

 "Sandez": 1. f. Despropósito, simpleza, necedad.

Se entiende por sandez un dicho o un hecho necio, torpe o poco adecuado, que le falta razón o inteligencia, siendo una palabra que deriva de "sandio" y el sufijo "ez", y que, a su vez, significa "hecho o dicho inoportuno, sin sentido, razón o lógica". En algún diccionario de sinónimos aparecen para esta palabra los siguientes: tontería, majadería, estupidez, idiotez, bobería, despropósito, necedad, simpleza y desatino.

Pues bien, la sandez de la semana se la tenemos que adjudicar a todo un señor con estudios que contesta públicamente con un enorme dogmatismo a un periodista del diario castellano leonés El Español. Nuestro inefable personaje se llama Luis Alberto Calvo, y es, nada más y nada menos, que el Presidente del Consejo General de Veterinarios de España. En la entrevista, publicada el 26 de este mes que ya termina, no deja de hacer política de derechas contra el gobierno español (está en su derecho, faltaba más) y, aunque nunca concreta nada específico, critica la nueva Ley de Protección Animal por populista (según sus palabras), así como la gestión de la pandemia por parte del Gobierno por no haber contado con los veterinarios para la misma. En una contestación dice textualmente: "Es muy difícil -haciendo referencia a si se entiende la necesidad de la nueva Ley de Protección Animal- porque en el momento de que hablas de derechos de los animales ya está perdido porque si hablas de derechos también deben tener obligaciones. Es verdad que la Ley define que derechos son las obligaciones que tienen las personas con los animales. Pero tengo la impresión que es la traducción de normativas que hay en otros países más avanzados que nosotros en ese tema y hablan de seres sensibles y sintientes". Es un párrafo para analizar. ¿Tiene este señor algún problema en reconocer que los animales son seres sensibles y sintientes?, ¿o es que no lo son, acaso, en su opinión?, ¿no sienten dolor físico y/o emocional como nosotros? ¿Y existe, además, algún problema por ponernos a la altura de países más avanzados que nosotros en esta materia? Si la Ley define que los derechos de los animales son nuestras obligaciones con ellos ... entonces ¿a qué viene esa apreciación de que no les podemos dar derechos porque no tienen obligaciones? Habla de que "Hay que hacerla -la Ley- más sencilla, menos prohibicionista, menos agresiva y populista". Populista dice el hombre; solo le ha faltado decir que se la han comprado a Venezuela.

En fin, buena parte de las respuestas en la entrevista tienen el mismo enfoque dogmático, y sobre la gestión de la pandemia sigue en la misma tónica, dolido porque no se ha contado con ellos para gestionarla: "No hay nada. ¿Qué fue lo más fácil? Todo el mundo a casa. Lo que había que haber hecho era empezar a hacer analíticas desde el primer momento para descubrir a los que tenían la enfermedad. Pero lo que hubo fue un desorden absoluto". Con lo sencillo que era solucionar una pandemia mundial, ¿no?, y lo complicado que lo hizo nuestro Gobierno. Si bastaba sencillamente con haber hecho una analítica a más de cuarenta millones de personas. Muy inteligente, sobre todo teniendo en cuenta lo responsables que son el total de esos cuarenta millones de personas, que habría que haber hecho las analíticas en muy pocos días para evitar la propagación de la enfermedad durante el plazo de tiempo en el que se tomaban y analizaban esas analíticas, y que sabíamos, además, mucho de la enfermedad y de su transmisión. Lo verdaderamente raro es que no optaran por "su solución" ningún otro país del mundo, ¿no?. Sí señor, ¡chapeau!, se ha lucido el Sr. Don Luis Calvo.

Pero me ramifico muuuucho y me distraigo, perdón. No era por estas frases u otras similares por las que escribo sobre este personaje. Es por lo que responde sobre la nueva protección del lobo ibérico (Canis lupus signatus) cuando el periodista le pide su opinión al respecto. Su respuesta es la siguiente:

"Nosotros queremos proteger al lobo, pero nos interesa más la protección de las personas. El lobo puede convivir con las personas, pero cada uno en su sitio. El problema es si el lobo prolifera y se mete en el entorno urbano y agrede a otros animales o personas. Que a nadie se le olvide que el lobo es un animal precioso, pero si tiene hambre se puede comer a un niño. Hay que cuidar al lobo en su hábitat".

Además, cuando le pregunta sobre si piensa que corre peligro la especie, sentencia: "Ninguno. Hay que tenerlo controlado durante el año y que haya equipos y sepan donde están."

¡¡¡Por favor!!! ¡¡¡Cómo es posible decir semejante número de sandeces en poco más de un párrafo; que le den un premio a este señor!!! La primera frase demagoga es la misma que dirían los que NO quieren protegerlo. La segunda la que siempre está en boca de los amantes del gatillo y que constantemente piden su eliminación. La tercera, además de los anteriores colectivos, es la necedaz que oiríamos en labios de un verdadero ignorante de la biología y comportamiento animal. La cuarta barbaridad es la que escucharíamos de boca de un provocador de fake news, eso sí, consciente del mal que está provocando para la especie y para la resolución del conflicto social que lo rodea. La quinta simpleza la diría aquel que lo quiere muy lejos de la sociedad humana, poco menos que apartados como apestosos en el Ártico, puesto que el resto de ecosistemas del holártico están ocupados por nosotros. Y la última la diría quien, en su fuero interno, reconoce que el control a tiro limpio es su modo de conservar al cánido, pero públicamente no lo quiere admitir.


Siento decirlo, pero este señor ha demostrado ser un analfabeto integral sobre la especie, y el dogmatismo con que sentencia sus frases las vuelve peligrosas. ¿Cómo es posible que aún siga habiendo gente que diga que los lobos van a acabar comiéndose a un niño? ¿Es así como pretende que convivamos con la especie, metiendo cizaña y miedos infundados? ¿Y cuál es, entonces, el sitio del lobo y cuál el nuestro, según él? porque uno de los dos, entonces, parece que debería irse a vivir a un zoo y no salir de allí, dado que parece ser la única convivencia posible según sus conocimientos. ¿No propugna la ONE HEALTH mundial como un concepto promovido por los propios veterinarios?, pues si es así, no se entiende que la salud humana, animal y medioambiental sea una, y a la vez abogue porque el lobo no merezca la protección que se le ha otorgado en base -que no lo olvide este señor- a la opinión de un comité científico (o a lo peor es que, quizás, se trate también de un comité de científicos del gobierno venezolano).

Lo siento, pero hoy estoy muy enfadado para pensar en fotos. Aún así os voy a dejar una de este pequeño lobato al que ya habéis podido ver en otras entradas de este blog; seguro que todos comprenderemos que se trata de un animal "sensible y sintiente", sobre todo si le meten una bala en el costado. Un saludo a todos.